Brutalismo

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Cuando hablamos de brutalismo arquitectónico no nos referimos a un periodo definido de la historia de arquitectura. Se trata más bien de un calificativo que se otorga a unas arquitecturas en las que podemos identificar una serie de rasgos comunes, pero que no están definidas por ningún manifiesto ni tratado. Para clarificar a qué nos referimos al cualificar una obra arquitectónica de brutalista será necesario recorrer el proceso de definición y evolución del término, así como identificar aquellas obras que son más comúnmente referidas como tales. Por otro lado, recientemente el término se ha popularizado y las arquitecturas que habitualmente hemos definido como brutalistas están viviendo un resurgimiento y una revaloración estética y social. Sin embargo, esta popularización también ha ido acompañada de un uso un tanto arbitrario del término que puede generar confusión. Al fin y al cabo, el definir una obra como brutalista no deja de ser una apreciación personal que responde finalmente a criterios subjetivos.

La normalización del uso hormigón armado en arquitectura

El brutalismo está ligado al uso del hormigón como acabo del edificio, sin revestimientos y valorando de este material su capacidad expresiva. El hormigón no es un material homogéneo, sino que está formado, además de cemento y agua, por una serie de áridos que pueden dotarlo de texturas muy diversas e incluso colores. Además, el encofrado ─el molde que se utiliza en su ejecución y que se retira cuando el material ha endurecido─ puede transferir al material texturas y marcas de los despieces de este, siendo la madera el material más habitual. Por todo ello, el hormigón da múltiples posibilidades al arquitecto para dotar a las superficies de cualidades estéticas.

El uso masivo del hormigón en la arquitectura se inicia a principios del siglo XX, cuando en el norte de Europa empiezan a aparecer una serie de patentes que facilitan su ejecución mediante sistemas que incluyen el encofrado, las armaduras y las primeras tablas de cálculo. En un primer momento, la experimentación con las posibilidades estructurales que ofrece el hormigón armado se circunscribe al campo de la ingeniería. Pronto, la facilidad de ejecución, su versatilidad y su coste asequible lo hacen atractivo también para las estructuras arquitectónicas. Sin embargo, en un primer momento, se confía poco en sus posibilidades expresivas y el hormigón estructural se reviste de otros materiales o se aprovecha su condición plástica para conferirle una imagen equiparable a la de otros lenguajes arquitectónicos. En las obras de Auguste Perret, uno de los pioneros en el uso arquitectónico del hormigón armado en Francia, se confiere a los edificios un aspecto cercano al lenguaje clásico arquitectónico equiparando, por ejemplo, a los pilares de hormigón con columnas de orden clásico.

Le Corbusier y béton brut

Sin duda, será Le Corbusier el pionero en señalar las posibilidades expresivas del hormigón armado como material de acabado. Durante la década de 1920, Le Corbusier, apunta en su manifiesto «Les cinq points d’une architecture nouvelle», las posibilidades compositivas que el uso de la estructura del hormigón de pilares y losas. La liberación de la estructura vertical de muros portantes permite liberar las particiones de las plantas y las fachadas de sus requerimientos portantes, con total libertad de distribución de tabiques o huecos en fachada. Sin embargo, será a partir de la década de 1940 que el concepto béton brut comienza a aparecer en sus textos y cartas. Le Corbusier empieza a abogar por la capacidad expresiva del hormigón como material de acabado y en libros como Le Modulor (1948) vincula el uso del hormigón como acabado con la honestidad en el uso de los materiales.

Después de la Segunda Guerra Mundial, el uso del hormigón en arquitectura hace un importante salto de escala por su facilidad de aplicación y su bajo coste en la reconstrucción a gran escala de urbes destruidas. Es entonces cuando el propio Le Corbusier, entre otros, empieza a utilizarlo de forma masiva en edificios que, desde la mirada actual, podemos calificar de brutalistas. Edificios de viviendas como laUnité d’Habitation de Marsella se unen a otros edificios de tipologías diversas que usaran el hormigón como material de acabado: la Capilla de Ronchamp (1954), el Monasterio de La Tourette (1953-1960) o en sus proyectos urbanísticos en Chandigarh (India, década de 1950). A partir de ese momento, el uso del hormigón como material de acabado será cada vez más generalizado.

«The New Brutalism». Reyner Banham y el TEAM X

Las siguientes referencias al término brutalismo provienen al contexto de las obras del TEAM X, que nace en Inglaterra. El TEAM X fue un grupo de arquitectos que surgió en la década de 1950 como una reacción contra el racionalismo rígido del movimiento moderno y los principios definidos en los CIAM por la primera generación de arquitectos del movimiento moderno. En lugar de priorizar la funcionalidad abstracta y las soluciones universales, promovieron una arquitectura más humanista, adaptada a los contextos sociales, culturales y urbanos específicos. Uno de sus principales representantes fue la pareja de arquitectos inglesa formada por Alison y Peter Smithson.

En 1954, Alison Smithson escribió que el brutalismo no era solo una estética, sino una «ética de la arquitectura», basada en la verdad de los materiales y la estructura. Esta definición fue recogida y popularizada por el crítico y teórico de la arquitectura británico Reyner Banham mediante un artículo del año 1955 titulado «The New Brutalism».  Años más tarde, en 1966, el propio Banham en su escrito “The New Brutalism: Ethic or Aesthetic?» analizó el desarrollo y evolución de la arquitectura que sería coherente con su definición de brutalismo, dando múltiples ejemplos que ayudaron a fijar el término. Durante esos años, los Smithson siguieron publicando artículos que también contribuyeron a acotar una definición del brutalismoarquitectónico.

Un buen número de obras construidas entre las décadas de 1950 a 1970, tanto de los Smithson como de otros arquitectos británicos como Denys Lasdun, Basil Spence, Owen Luder o Erno Goldfinger, serán ampliamente reconocidas como brutalistas. También otros arquitectos europeos pertenecientes al TEAM X firmaron obras a las que también se ha otorgado el mismo apelativo: Aldo van Eyck y Jaap Bakema en Países Bajos, Giacomo y Giuseppe Ridolfi o Giancarlo di Carlo en Italia, Candilis, Josic & Woods en Francia o Ralph Erskine en Suecia.

De entre las obras que habitualmente se han considerado brutalistas, ya sea de los miembros del TEAM X o de otros influenciados por estos, destacan, en Berlín, la Freie Universität de Candilis, Josic y Woods; en Londres, el desparecido complejo de edificios residenciales Robin Hood Gardens de Alison & Peter Smithson, la Trellick Tower de Erno Goldfinger, el complejo Barbican de Chamberlin, Powell y Bon, o el complejo de edificios culturales del Southbank; cerca de París, el complejo residencial de Ivry-sur-Seine de Jean Renaudie; en Italia, el Villaggio Matteotti de Giancarlo di Carlo; en Holanda, el orfanato de Ámsterdam de Aldo van Eyck; y, en Canadá, el complejo de viviendas Habitat’67 de Moshe Safdie.

Serian incontables los edificios de las décadas de 1960 y 1970 que podríamos calificar como brutalistas,pero, a partir de las décadas de 1970 y 1980, nuevas tendencias como el posmodernismo o el high-tech ofrecieron alternativas formales y materiales que se alejaban los gustos estéticos de lo que habían sido las tendencias brutalistas.

Declive y resurgimiento

Con los años, todo lo relacionado con el brutalismo arquitectónico entró en una etapa de pérdida progresiva de su valoración social. Esto fue debido a que muchos proyectos vinculados, por ejemplo, a grandes desarrollos de vivienda pública, por su gran escala y falta de mantenimiento, crearon bolsas de pobreza y degradación urbana. El resultado fue la estigmatización de cierto tipo de arquitecturas y desarrollos urbanos, sobre todo de aquellos que habían sido considerados brutalistas. Algunas de las formas urbanas propuestas durante las décadas de 1960 y 1970, fueran o no resueltas con hormigón visto como material predominante, dieron resultados de dudosa calidad urbana y vivieron intensos procesos de degradación de la edificación y el espacio público, a menudo, unidos a graves problemas de inseguridad. Como resultado, algunos proyectos emblemáticos como Robin Hood Gardens de Londres fueron demolidos y otros tuvieron que afrontar profundas renovaciones.

A pesar de la estigmatización de la arquitectura brutalista, en los últimos años ha resurgido el interés por estas arquitecturas, con movimientos de conservación y revalorización hasta el punto de que edificios y barrios antes denostados han recuperado en buena medida su prestigio e incluso son objeto de una cierta fascinación. En los últimos años hemos visto una explosión de libros sobre el brutalismo arquitectónico, así como multitud de artículos y, curiosamente, muchos de estos libros y revistas no provienen de la producción crítica arquitectónica sino de editoriales y publicaciones de estilo o de tendencias de diseño ─visual trends─.

¿Hay brutalismo en España?

En España, podríamos señalar un desarrollo similar al de otros países europeos respecto al uso del hormigón armado como medio expresivo, aunque con algunas especificidades y quizá con uso menos generalizado que en otros países. En primer lugar, importantes obras de ingeniería, algunas de ellas poco conocidas, son magníficos ejemplos de arquitecturas que podrían llamarse brutalistas. Cabe destacar las obras de Joaquín Vaquero Palacios e Ignacio Álvarez Castelao para las centrales hidroeléctricas del Cantábrico. Igualmente, muchos edificios industriales de nuestro país podrían perfectamente recibir el apelativo de brutalistas.

Ciertos arquitectos mostraron una predilección por el uso del hormigón armado en distintas tipologías, Antonio Bonet Castellana y Antoni de Moragas en el contexto catalán y en edificios principalmente residenciales, y Fernando Moreno Barberá en sus realizaciones por toda la península. Miguel Fisac fue un pionero en España en el uso innovador del hormigón cuando la industrialización de la construcción empezaba a tomar un leve impulso. Experimentó con este material para conseguir texturas y formas, pero también con nuevas formas estructurales como sus «vigas-hueso» de dovelas atirantadas de hormigón.

El brutalismo de la Escuela de Madrid, la década orgánica

Si existe un momento y lugar en el que hay una cierta concentración de edificios que podemos calificar como brutalistas este sería el periodo de la llamada Escuela de Madrid. Fue Juan Daniel Fullaondo quien, en el año 1968, publicó el artículo “La Escuela de Madrid”. En él se intentaba dar coherencia y establecer relaciones entre una serie de obras y autores que se hicieron presentes especialmente en el área de Madrid (aunque no exclusivamente) entre las décadas de 1960 y 1970. En este texto Fullaondo propuso la existencia de una llamada “década orgánica” en la arquitectura española. Arquitectos como José Antonios Corrales, Ramón Vázquez Molezún, Javier Fernández Alba, Fernando Higueras, Javier Caravajal, Miguel Fisac o Francisco José Sáenz de Oíza, sin constituir un grupo o un estilo homogéneo, firmaron una serie de obras que, siendo coincidentes en el espacio y el tiempo, se pueden entender como una tendencia o corriente propia del racionalismo español. Muchas de estas obras usaron el hormigón como medio de expresión de unas formas orgánicas que merecen también el calificativo de brutalistas. De entre ellas destacan las casas Carvajal y García Valdecasas, varias obras de Fernando Higueras o el mítico edificio Torres Blancas de Sainz de Oiza, sin lugar a duda, el edificio que de forma más común se ha asociado en España al concepto de brutalismo.

Roger Subirà/Fundación Docomomo Ibérico

Bibliografía

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