Edificios de Francisco Javier Sáenz de Oíza

Cáseda (Navarra), 1918-Madrid, 2000
Francisco Javier Sáenz de Oiza nació en 1918 en Cáseda (Navarra), aunque su familia residía en Sevilla, ciudad donde su padre era arquitecto del catastro. Durante la pandemia de Gripe Española de 1918, su madre pasó el embarazo y dio a luz en su pueblo natal de Navarra. Cuando la pandemia remitió, madre e hijo volvieron a Sevilla donde Francisco vivió hasta el momento de emprender sus estudios universitarios en Madrid. Allí estudió arquitectura en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura graduándose en 1946.
Su formación estuvo influenciada por el ambiente académico de la posguerra, que comenzaba a abrirse a las influencias internacionales después del aislamiento inicial del franquismo. Cursó con gran éxito sus estudios, recibiendo el Premio Aníbal Álvarez al mejor expediente académico y, el mismo año de terminar la carrera, el Premio Nacional de Arquitectura. Al año siguiente, en 1947, obtuvo la beca Conde de Cartagena concedida por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando para ampliar sus estudios en los EE UU, en la Universidad de Columbia y en el Instituto Tecnológico de Illinois. Durante sus dos años de estancia americana tuvo la oportunidad de entrar en contacto con figuras como Mies van der Rohe y otros arquitectos de la Bauhaus en el exilio. Este viaje marcó profundamente su visión arquitectónica: sin saber inglés y, pidiendo prestado dinero a un familiar, recorrió todo el país conociendo de primera mano las obras arquitectónicas más vanguardistas del momento. Esta experiencia internacional le ofreció una nueva perspectiva que contrastaba con las corrientes predominantes en España, siendo especialmente relevante su conocimiento de la obra de Frank Lloyd Wright, cuya arquitectura era aún poco divulgada en España.
A su retorno, Sáenz de Oíza comenzó a trabajar en el poblado de Entrevías, iniciando un interés por la vivienda social y asequible que le acompañaría durante toda su carrera. Fue coautor de obras tan relevantes como las colonias de El Batán y Puerta Bonita o el barrio de Loyola, todas en Madrid y, al final de su carrera, construyó el colosal bloque de 346 viviendas en la M-30 conocido como El Ruedo.
También de forma inmediata a su vuelta de los EE UU, se reintegró en la Escuela de Arquitectura de Madrid como docente, llegando a ser su director. Su labor como profesor estuvo marcada por un profundo carácter humanista, dejando una importante huella en varias generaciones de arquitectos, una actitud que se reflejaba tanto en su labor docente como en su práctica profesional.
En cuanto a su obra arquitectónica, Sáenz de Oíza fue un arquitecto versátil, capaz de abordar proyectos de muy diversa índole. Sorprende en su obra la variedad de programas arquitectónicos que asumió y la variedad de estilos que les imprimió. Una de sus primeras obras destacadas fue el Santuario de Aránzazu, en Guipúzcoa, un encargo al que accedió mediante concurso y que realizó con el arquitecto Luis Laorga. En Aránzazu, participaron el escultor Jorge Oteiza, así como otros jóvenes artistas vascos del momento, el resultado es un ejemplo de integración entre arquitectura y arte, y el ensayo de nuevas formas expresivas que tendrían gran influencia, especialmente, en la arquitectura religiosa española posterior.
Fue especialmente relevante en los años centrales de su carrera la colaboración con el constructor vasco Juan Huarte Beaumont, para quien construyó tanto residencias familiares como grandes complejos residenciales, como el edificio Torres Blancas de Madrid. Torres Blancas, construido entre 1964 y 1969, es un emblema de la arquitectura organicista y brutalista que marcó parte de las décadas de 1960 y 1970 en Madrid. Su apariencia escultórica y poco convencional ─combinando elementos de hormigón visto, madera y vidrio con formas circulares─ causó polémica en su momento, valiéndole también un amplio reconocimiento como una de las obras maestras de la arquitectura moderna en España hasta la actualidad.
Otro edificio en altura que marcó su carrera fue el rascacielos para el Banco de Bilbao en el paseo de la Castellana, resuelto con un muro cortina de esquinas redondeadas de clara influencia wrightiana. A finales de su carrera, el eclecticismo que le caracterizó propició que abrazara nuevos lenguajes historicistas y coherentes con el posmodernismo de la década de 1980.
Francisco Javier Sáenz de Oiza es considerado uno de los arquitectos más destacados y prolíficos de la arquitectura española de la segunda mitad siglo XX. Su obra, que abarca más de cinco décadas, se caracteriza por una constante búsqueda de la innovación y por la capacidad para integrar aspectos técnicos, sociales y estéticos. Sus aportaciones al diseño de mobiliario y urbanismo revelan su versatilidad y su enfoque holístico hacia la arquitectura. Mereció numerosos premios y reconocimientos, tanto a nivel nacional como internacional como el Premio Nacional de Arquitectura, que recibió en varias ocasiones, y la Medalla de Oro de la Arquitectura, otorgada por el Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España. Estos galardones no solo reflejan la calidad y la innovación de su trabajo, sino también su impacto duradero en el panorama arquitectónico español e internacional. Falleció el 18 de julio de 2000.
Biografía a cargo de Roger Subirà
Bibliografía