Los pueblos de colonización en el franquismo

El Instituto Nacional de Colonización: origen, antecedentes y estructura

El Instituto Nacional de Colonización fue creado en 1939, sucediendo al Instituto de Reforma Agraria (IRA), creado por la República, con el objetivo de mejorar la situación económica y social de la agricultura española, un problema con un largo recorrido ya desde el siglo XIX. Entre su creación y su absorción en 1971 por el Instituto de Reforma y Desarrollo Agrario (IRYDA), el INC construyó casi trescientos pueblos repartidos por todo el territorio nacional, para lo que dispuso de una importante estructura regional y personal que posibilitaba su labor. El Servicio de Arquitectura fue dirigido por José Tamés Alarcón y bajo su mando realizaron proyectos para el INC unos ochenta arquitectos, treinta de los cuales eran funcionarios: José Luis Fernández del Amo, Alejandro de la Sota, José Antonio Corrales o Carlos Arniches son algunos de los técnicos intervinientes.

Implantación territorial y ordenación urbana

El desarrollo de la política colonizadora del INC se apoyaba en una serie de instrumentos de planificación previos a la construcción de los pueblos, cuyo objetivo era el asentamiento de los campesinos en las tierras de cultivo. La implantación territorial, ligada a la disponibilidad de terrenos declarados en exceso y por tanto susceptibles de ser expropiados, estaba también determinada por múltiples factores como las características agrícolas, topográficas y de comunicación del territorio. En cualquier caso, el diseño de un pueblo completo es un desafío al que se tuvieron que enfrentar los arquitectos del INC, y aunque disfrutaron de gran libertad propositiva, el propio Instituto fomentaba una serie de directrices y criterios formales para evitar la monotonía: los trazados de las calles, la rotura de las perspectivas, la configuración de los espacios públicos o la atención al detalle son algunas de las herramientas empleadas.

El programa funcional: los edificios públicos

Para que los colonos pudieran disfrutar de los servicios adecuados y desarrollar una vida digna en todos los aspectos ─económicos, religiosos, educativos, sociales, sanitarios, etc. ─, se estableció un programa cuya extensión estaba relacionada con el número de habitantes previstos para el pueblo ─en función de las tierras disponibles─ y que incluía iglesia, edificio administrativo, artesanías, escuelas, edificio social, hermandad sindical, hogares rurales, cementerio, etc.

Las viviendas

Las viviendas, la razón de ser de estos pueblos, se construyeron mayoritariamente con tres dormitorios, aunque también se proyectaban algunos tipos de dos, cuatro y, de forma excepcional, cinco. Se trataba de viviendas con un programa muy reducido en que el propio salón hacía de distribuidor e incluía la cocina, y carecían de aseo. En función de si la vivienda era para colonos ─con parcela propia─ u obreros agrícolas ─trabajaban en fincas ajenas─, la vivienda incluía o no dependencias agrícolas. Este programa fue evolucionando con el tiempo e incorporando diversas mejoras como la independencia de la cocina o la aparición de los aseos. Los pueblos de colonización fueron un importante campo de experimentación para los arquitectos y el ámbito de la vivienda mínima no fue una excepción.

Las iglesias y el arte

La iglesia era el edificio más representativo del pueblo, debido a la importancia en la vida social del mismo, apreciándose en su diseño una significativa evolución temporal. El campanario se constituyó como hito urbano y referente paisajístico. En el interior, en gran medida por la labor de José Luis Fernández del Amo, se incorporaron diversas obras de arte abstractas con la participación de alrededor de sesenta artistas de la talla de José Luis Sánchez o Antonio Hernández Carpe entre otros.

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