La Escuela de Barcelona

Representantes

Sin poder considerarse una lista cerrada y por lo tanto exhaustiva, a menudo se asocian a la Escuela de Barcelona los siguientes estudios y arquitectos:

Federico Correa, Alfons Milà, Estudio PER (formado por Lluís Clotet, Pep Bonet, Christian Cirici y Óscar Tusquets) Gabriel Mora, Helio Piñón y Albert Viaplana, el Taller de Arquitectura con Ricardo Bofill al frente, MBM (Oriol Bohigas. Josep Martorell y David Mackay), Lluís Cantallops, Ramon Maria Puig, Leandre Sabater, Lluís Nadal, Vicenç Bonet, Pere Puigdefàbregues, Enric Tous y Josep Maria Fargas.

Vinculaciones internacionales

La producción de la Escuela de Barcelona se vincula a la coetánea de la Escuela de Milán. También se considera determinante la influencia que ejerce Federico Correa, a través de sus enseñanzas en la escuela de arquitectura de Barcelona, sobre una generación de arquitectos catalanes. Con gran sentido de la oportunidad y evidentes coincidencias ideológicas y contextuales, Bohigas definió la “Escuela de Barcelona” como reflejo local del clima que se daba en Italia con el llamado neorrealismo arquitectónico. Los rasgos que caracterizan a ambas son, en cierta forma, coincidentes: lenguaje constructivo racionalista, reflexión sobre lo mediterráneo, lo tradicional y lo popular en la arquitectura e interés por el diseño.

Modernidad y tradición

La arquitectura de la Escuela de Barcelona se pone al servicio de las necesidades colectivas, explorando las posibilidades de las técnicas constructivas tradicionales y atendiendo a los condicionantes del encargo y del contexto. Existe una línea continuista con el racionalismo a través de la sincera expresión de las técnicas constructivas y las decisiones lógicas que guían al proyecto. Sus representantes adoptan una actitud vanguardista y en sus obras tienen la capacidad de predecir, ensayar y “empujar” los códigos formales que son propios de la arquitectura de su tiempo hacia nuevos caminos expresivos.

Legado

La arquitectura de la Escuela de Barcelona sentó las bases ideológicas y formales de las profundas trasformaciones urbanas de la década de 1980 y explica el asombroso clima arquitectónico de la Barcelona preolímpica así como la gran atención y admiración internacional que mereció. En este sentido, la Escuela de Barcelona funcionó como tal, es decir, como espacio de reflexión colectiva y de transmisión y continuidad generacional, ya fuera desde la universidad o desde los despachos.

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