Resumo
Cuenta Oriol Bohigas cómo al entrevistarse con Secundino Zuazo para iniciar su investigación sobre la arquitectura española de la Segunda República y al anunciarle el propósito de su investigación, Zuazo, sorprendido, comentó: “¿C&oa … Al leer este texto de Oriol Bohigas uno no puede menos que preguntarse qué sentido puede tener estudiar el fenómeno de la arquitectura racionalista en Sevilla entre 1926 y 1942. Si consideramos la afirmación de Zuazo en toda su extensión podemos comprobar que el maestro considera prácticamente inexistente una arquitectura que cuenta con ejemplo tan notables como la Casa-Bloc, el Dispensario Central Antituberculoso de Barcelona, la Ciudad Universitaria de Madrid, el Hipódromo de la Zarzuela, el Frontón Recoletos, el Cine Barceló, el edificio Carrión y un larguísimo etc. Si, con esta idea presente, nos trasladamos a Sevilla, donde la coyuntura es distinta a la de las grandes capitales tanto en lo cultural como en lo social y económico, y donde sabemos que la proliferación de arquitectura del Movimiento Moderno no pudo ser comparable a la de esos otros entornos, la pregunta con que iniciamos este discurso devengando una respuesta negativa.El desaliento de algunos investigadores que habían iniciado antes que el que suscribe estudios para aproximarse a este tema, desaliento que se basaba en la aparente contradicción del fenómeno racionalista sevillano, no hacía sino abundar en la sensación de pesimismo con que allá por 1984 empezaba las tareas investigadoras que culminan en esta Tesis. Uno de ellos me comentó, en conversación de café y con el amigable propósito de evitarme fatigas inútiles, que cuando se adentró en el estudio del racionalismo arquitectónico sevillano se encontró con que, por distintas razones, el tema se iba distanciando de su interés. De una parte, la continuidad tipológica de las edificaciones residenciales racionalistas respecto de modelos regionalistas suponía, para él, la inexistencia de un racionalismo real. Por otra parte, sus sospechas sobre la autoría por parte del arquitecto suizo Wespi de las obras racionalistas atribuidas a Galnares y su escepticismo sobre la autoría de Talavera de la Casa Lastrucci y de los colegios racionalistas republicanos, unidos a la supuesta incorrección estructural del Cano Persianas, en tantos sentidos emblemático del ciclo histórico, el abandono de un trabajo que, según se iba avanzando en él, iba manifestando más y más su obsolescencia. No obstante, estas consideraciones más que hacerme desistir de mi tarea me animaron con más fuerza. Es evidente que la pureza de un proceso lineal en el cual, y como producto de una relación causa-efecto, la adopción de un ideario racionalista (en el sentido del término asociado en la historia de la arquitectura al llamado Movimiento Moderno), provocara una actitud profesional mesiánica de absoluto rigor ético y teórico es una utopía en el panorama social, político y económico de la Sevilla del primer tercio del siglo. La constatación de las mencionadas sospechas en mi interlocutor, la discusión de su significado y las contradicciones que en el tema hacían adivinar, no sólo no aligeraban su interés sino que sugerían la riqueza dialéctica y la multitud de contradicciones y circunstancias particulares en las que el fenómeno parecía desenvolverse y que probablemente constituirían, en mi estimación, el más sustancioso aliciente del estudio. Ha llegado a ser lugar común en nuestro actual planteamiento historiográfico que las circunstancias que rodean la producción de las obras humanas, sean objetos artísticos o cualesquiera otros, ejercen una innegable influencia de muchos de sus aspectos. Estas circunstancia, tanto de índole ideológica (dentro de las cuales se incluirían las religiosas, políticas y socio-culturales) como económica, técnica, o incluso personal, condicionan en tal medida la producción artística que la actividad creadora del individuo se ve mediatizada de forma inevitable: Podría incluso afirmarse que obra y contexto componen una dualidad indisociable y constituyen, juntas, un concepto específico. No se trataba por tanto de elaborar en este trabajo, desde una perspectiva externa y lejana en el tiempo, el anunciado relato crítico de una frustración histórica, la constatación de cómo efectivamente fue una imposibilidad la aplicación coherente de una determinada arquitectura definida en términos de ortodoxia desde un determinado movimiento, identificado con determinados ejemplos, personas o lugares, sino de tratar más bien de comprender (desde dentro, al menos en intención) en qué términos concretos, en los suyos, discurrió durante un tiempo cierta arquitectura al menos vocacionalmente cercana a estos referentes contemporáneos. El problema tenía por tanto, para mí, un planteamiento básico: tratar de leer atentamente determinadas obras, de mirarlas de nuevo construyendo cuidadosamente esa mirada desde la minuciosa atención a su contexto cultural, social y personal, de evocar hermenéuticamente el ambiente, el sentido de unas obras concretas en el momento en que se produjeron, tratando de tomar conciencia de la distancia, incluso conceptual, que nos separa de ellas y tratando también de eludir el peligro de que la necesidad de responder a unas determinadas y complejas construcciones críticas (nuestro inevitable presente) terminara convirtiendo el discurso en un opaco diálogo para iniciados, en la manifestación de un prejuicio conceptual superpuesto, como una veladura, a la apenas entrevista realidad de los hechos.La panorámica que presentaba la arquitectura en la Sevilla del primer tercio de siglo ha sido motivo de varios estudios que, desde distintos enfoques y con distintas intenciones, han aumentado en los últimos 15 ó 20 años de modo importante nuestro conocimiento sobre el período. En el apartado segundo de esta introducción, en el que afronta el “estado de la cuestión”, se enumeran y analizan estas cualificadas aportaciones. De su lectura se desprende que la Sevilla de nuestro período presenta unas circunstancias que, aunque distintas en al menos tres etapas perfectamente delineables, en todos los casos han supuesto importantes trabas para el desarrollo de la arquitectura del Movimiento Moderno en nuestra ciudad.
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