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El edificio sigue la estética del art déco aerodinámico, de moda entre las décadas de 1920 y 1940. Esta obra se concibe como si se tratara de un barco. En este sentido, tiene una curiosa moldura decorativa en una de sus terrazas que imita la proa, una torre con un reloj que se asemeja a la chimenea, barandas tubulares, y ojos de buey, algunos de ellos actualmente tapiados. La planta alargada del edificio es la única herencia de un anterior proyecto de corte ecléctico, obra de Andrés Galmés. Cuando Manuel Latorre retoma la obra, diseña un nuevo proyecto más acorde con la moda del momento, pero se encuentra con la cimentación ya realizada del edificio de Galmés, que tiene que aprovechar. Este condicionante no es impedimento, quizá incluso le sirviera de inspiración, para crear uno de los edificios con más personalidad de la ciudad. Consta de tres plantas, con numerosas terrazas a diferente nivel, aunque la extensión de éstas fue modificada en los años ochenta. Es destacable la utilización de grandes aleros, circundando el mayor de ellos todo el perímetro, y proyectando sombra sobre toda la primera planta, dibujando así el casco del barco. Los parasoles y soportales en las calles son una constante en Latorre debido a la humedad y los fuertes vientos del Estrecho. José Carlos Pérez Romero