Fábrica Nacional Casa da Moeda

La lectura de esta obra resulta reveladora para poder comprender la evolución de la década de los años treinta. Se trata de una construcción singular en varios aspectos: por el programa mixto que integra el edificio de la administración –con el deseado carácter de representación– y el conjunto de las oficinas que, programáticamente, se aproxima al carácter utilitario; por el empeño constructivo que exigió al DGEMN una obra de semejante importancia; y, finalmente, por el hecho de revelar una aproximación innovadora que se alejaba del marco ortodoxo definido por el Movimiento Moderno, aproximándose, de este modo, a las experiencias holandesas desarrolladas en contextos no radicales.

El conjunto edificado rediseña la forma rectangular de la manzana abierta en el interior formando un amplio patio. El edificio administrativo constituye el extremo norte, uniéndose a los tres cuerpos en U de las oficinas a través de dos elementos de paso elevados sobre pilares. La cubierta plana que remata todo el conjunto es substituida en ciertas zonas de la fábrica por una cubierta en diente de sierra que permite la entrada directa de luz por su cara norte, pero también por zonas de cubierta plana revestidas de piezas cilíndricas de pavés.

En la defensa de la obra se reivindicó un “paradigma racional y la necesidad de que el edificio respondiese a su funcionalidad interior”, algo que terminó siendo finalmente aceptado dado el carácter industrial del programa. Admitiéndose, de este modo, que “los grandes paños de las paredes, el gran tamaño de las ventanas, lo lineal de la composición son, todas ellas, formas adecuadas para los edificios fabriles “.
Ana Tostões