Casa Imanolena

Esta vivienda unifamiliar aislada se asienta sobre una parcela en ladera, cuya pendiente desciende hacia el norte en un recodo de la costa, proporcionando una privilegiada vista sobre el Mar Cantábrico.

Los espacios que conforman la vivienda, con los dormitorios orientados a sur (protegidos por la ladera), y el estar y la cocina a norte (abiertos sobre las vistas), se desarrollan en torno a un patio acristalado que compensa la orientación norte de la parcela, en una plataforma excavada en el terreno que alberga en su interior el garaje y la escalera de acceso.

Sobre este plinto, de borde escalonado en su entrega con el terreno que lo circunda, se dispone una gran cubierta a cuatro aguas, de perímetro rectangular y alero abundante. Revestido de teja cerámica y coronado por el lucernario que cubre el patio, el tejado se apoya sobre una secuencia perimetral de soportes, dispuestos a medio camino entre el extremo del alero y la fachada. De cerámica es también el cerramiento vertical, resuelto mediante un muro de fábrica de ladrillo cara vista, interrumpido por las ventanas (de madera pintada de color rojo, al igual que los soportes) que lo rasgan de suelo a techo, conformando una cristalera continua en su orientación norte, a modo de gran mirador sobre el litoral.

La configuración simétrica, ritmada y rotunda de sus elementos principales confiere a la casa Imanolena un aspecto de templo clásico anclado al paisaje que, merced a su escala reducida y su carácter austero, evita resultar monumental.

Rocio Peña y Mario Sangalli