La vivienda social en España: desde los inicios de la intervención pública a la Guerra Civil

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Roger Subirà/Fundación Docomomo Ibérico - febrero de 2024

Alojar a la clase trabajadora urbana

El alojamiento de los trabajadores siempre ha sido un problema inseparable del crecimiento de la ciudad moderna, tanto en España como en las grandes ciudades de todos los países que emprendieron el camino de la industrialización. Así lo reconoció el urbanismo del movimiento moderno, de los CIAM y de la Carta de Atenas, que nacía de la evidente necesidad de aportar una solución urgente a este problema. En España, en la gran mayoría de casos se tenía que resolver el problema dando respuesta a realidades ya consolidadas o situaciones insostenibles, más que con una estrategia de anticipación. La historia de la vivienda como problema se puede seguir con detalle, en España, a través de los planes que han tratado de darle solución.

Desde los inicios de la industrialización, la población de toda España iba abandonando el campo y se concentraba en las ciudades. Las olas migratorias internas se suceden desde principios del siglo XX. Cuando hablamos de realidades consolidadas nos referimos a la imprevisión sistemática de estas olas migratorias, que se producían sin ningún orden y sin ninguna preparación en los lugares de destino. Paco Candel, en su célebre libro Los otros catalanes, abordaba, en 1964, una primera historia de la inmigración procedente del sur de España a la ciudad de Barcelona. Respecto a las primeras olas migratorias de la década de 1920, cuando Barcelona emprendía grandes obras como el Ensanche, el Metro o la Exposición Internacional de 1929, escribía:

“La barraca es la gran tara del suburbio, la degradación del inmigrante, el exponente y la muestra de los extremos a los que pueden hacer llegar la penuria y la miseria. […] La barraca ha sido el anhelo desesperado de una gente que, sea como fuere, ha preferido quedarse en una tierra que no es la suya, en condiciones pésimas, pero siempre mejores que las de los lugares que habían abandonado.”

Francisco Candel, Los otros catalanes, 1964

En el mismo libro advertía cómo el problema se estaba reproduciendo, de nuevo, en el mismo momento que escribía el libro, en la década de 1960.

“Las barracas han surgido por todos los lugares donde lo han permitido. En las hondonadas, en las alturas, en los eriales, en las ramblas secas, bajo los puentes, en los solares escondidos, ya sea formando colonias o aisladas”.

Francisco Candel, Los otros catalanes, 1964

Desde los inicios del siglo XX, estos movimientos se iban sucediendo a una escala que afectaba al conjunto de la Península. Pese a esto, hasta después de la Guerra Civil el proceso no da un salto de escala real para poder llegar a hablar de auténticas corrientes migratorias internas. Inicialmente, la razón de esta saturación urbana hay que buscarla en el aumento de población: el crecimiento demográfico en España fue muy lento hasta 1775, cuando se dio un primer repunte en la curva de crecimiento, pero es a partir de 1850 cuando esta curva se dispara. Si, a mediados del siglo XIX, había en España aproximadamente 13 millones de habitantes, en 1930 había casi 24 millones. Esta población, además, se iba concentrando en las ciudades donde, por otra parte, la natalidad era mayor que en el campo.

Ante esta situación, la mayoría de las grandes ciudades emprendieron, durante la segunda mitad del siglo XIX, planes de crecimiento bajo la forma de ensanches más o menos planificados. Sin embargo, estos crecimientos se colmataron mucho más rápido de lo esperado, dando lugar a procesos de densificación que aumentaron la edificabilidad y la densidad más allá de lo previsto.

La intervención directa del Estado en la promoción de vivienda para la clase obrera no llegará hasta las primeras décadas del siglo XX, pero mucho antes las autoridades daban buena cuenta del problema. En 1853, el Ministerio de la Gobernación Engaña, mediante una Real Orden, instaba a los Ayuntamientos de Madrid y Barcelona ─que aún no había empezado a derruir sus murallas─ a construir viviendas para los “pobres” en casas de “alquiler reducido” de los “barrios extremos” de la ciudad. La primera normativa estatal que trata el tema del alojamiento data del siglo XIX es la Ley de Arrendamientos Urbanos que trataba de proteger los derechos de los inquilinos ante los arrendadores. Anteriormente se habían fijado normativas que afectaban únicamente y de forma específica los arrendamientos relacionados con la Corte.

La ciudad de Madrid, siendo capital y sede del gobierno, a través de sus necesidades y vicisitudes específicas, influenció y marcó a menudo la agenda legislativa gubernamental en materia de vivienda. El primer gran plan ordenado de crecimiento de la capital se aprobó en 1860 con el nombre de “Anteproyecto de ensanche de Madrid formado por el Ingeniero D. Carlos María de Castro”. El Plan Castro era similar a la cuadrícula que Cerdà proponía para el Ensanche barcelonés, pero envolvía la ciudad mediante una nueva corona a este y norte. La construcción del ensanche madrileño se prolongará en el tiempo hasta 1930 y se fue desvirtuando debido a la especulación: se redujeron y privatizaron espacios verdes y se cambiaron las ordenanzas aumentando altura y masa de los edificios, además de reducirse la anchura de las calles.

En Barcelona, el plan de Ensanche de Ildefonso Cerdà de 1860 ─aprobado el mismo año que el plan Castro─, paliaba una situación muy comprometida dentro de las murallas de la ciudad, cuyo perímetro seguía siendo esencialmente el de la ciudad medieval, pero con más del doble de la población y la industria dentro del mismo perímetro. La materialización del plan Cerdà, al igual que en el caso de Madrid, también conllevó la alteración del proyecto original. En el caso barcelonés, sin embargo, se respetaron los anchos de las calles, pero la pérdida de espacios verdes y el aumento de la edificabilidad alteraron la imagen y el modelo urbano que se había imaginado sobre el papel. Tanto en Madrid como en Barcelona, así como en otras grandes ciudades españolas, los planes de ensanchamiento cumplieron la función de proporcionar suelo para el crecimiento urbano hasta las primeras décadas del siglo XX, pero su agotamiento por colmatación hacía aumentar el precio de la vivienda y, cuando llegaron las olas de migración de campo a ciudad de las décadas de 1920 y 1930, éstos se mostraron incapaces de dar respuesta habitacional asequible a buena parte de los nuevos habitantes. La solución del subarrendamiento de habitaciones que había, en cierta forma, contenido la situación había llegado a su límite.

Principios del siglo XX y las casas baratas

Ante la evidencia que las políticas de crecimiento urbano sometidas al libre mercado inmobiliario no daban respuesta a la necesidad de vivienda asequible para los trabajadores, se haría imprescindible la intervención gubernamental. Si nos centramos en la intervención pública en la promoción de vivienda, en 1883 la Comisión de Reformas Sociales ─que se transformó en 1903 en el Instituto de Reformas Sociales─ efectuó, en 1906, la primera propuesta para otorgar subvenciones y exenciones fiscales a las sociedades constructoras de alojamientos urbanos “populares”. Debemos remontarnos a 1911, con la “Ley de Casas Baratas para personas de clase baja”, para que estas voluntades cristalizaran en una figura legislativa que marcaría el inicio de la intervención directa del Estado en el problema de la vivienda obrera. La Ley facilitaba que los promotores se pudieran acoger a ayudas oficiales o préstamos de bajo interés. Para poder acogerse a estos beneficios las viviendas debían cumplir unos requisitos de habitabilidad y tamaño.

En 1921, se aprobó la segunda Ley de Casas Baratas, que se verá mejorada por sucesivas reformas del texto y decretos ley en los años 1924 y 1925. En 1925 y bajo la dictadura de Primo de Rivera, se amplió la ley abarcando también a personas de clase media y relajando los requisitos para acogerse a las ayudas.

En general, eran viviendas unifamiliares, exentas o adosadas, de una o dos plantas. Estaban situadas en terrenos baratos y periféricos, en agrupaciones de baja densidad. Habitualmente eran de régimen cooperativo, siendo sus promotores ayuntamientos, partidos políticos, etc. Las que tenían mejor calidad urbana tomaban como referencia la ciudad jardín, con modelos notables en el País Vasco como la Ciudad Jardín de Bilbao de Pedro Ispizua del año 1924. A partir de 1926, fue decisiva la implicación directa del Partido Socialista en el impulso de cooperativas como las Casas Baratas Pablo Iglesias. Su primera realización sería en la cuenca minera cordobesa, en Pueblonuevo del Terrible, en este caso administrada junto el Sindicato Unión General de Trabajadores (UGT), pero se fue extendiendo al resto del país, llegando a tener 70.000 afiliados y editar su propia revista, Hogar Obrero.

Proyecto de 1922 de Pedro Ispizua para la ciudad jardín de Bilbao, en un terreno periurbano y de fuerte pendiente en la ladera del monte Artxanda. De régimen cooperativo, se construyó el proyecto en 1924.

Aunque las sucesivas Leyes de Casas Baratas reconocían que el problema de alojamiento que era necesario resolver era “muy grave”, sus resultados fueron cuantitativamente escasos, centrados en los años de la dictadura de Primo de Rivera, y de una calidad arquitectónica que difícilmente podía compararse a otras experiencias similares que se estaban llevando a cabo en otros países europeos.

Un buen número de arquitectos se especializaron en este tipo de promociones que se construyeron por todo el país con calidad y resultado muy desigual. En Madrid cabe destacar el arquitecto Fernando de Escondrillas que proyectó las colonias Pico de Pañuelo o La Regalada, entre otras. En este caso se trataba de agrupaciones de mayor densidad con edificios plurifamiliares, un modelo urbano que no solemos asociar con las realizaciones vinculadas a la Ley de Casas Baratas.

Planta de la colonia Pico de Pañuelo. En amarillo la tipología A, que constituía la vivienda tipo del conjunto, Madrid, 1926.

La colonia Pico de Pañuelo, ─que ha sobrevivido hasta nuestros días sin grandes alteraciones (podemos visitarla en la zona de Legazpi, Madrid)─, constituye un barrio unitario, que toma en planta una forma triangular sorprendentemente regular en unos antiguos terrenos industriales en desuso, justo delante del Matadero de Madrid. Se trata de una agrupación de edificios plurifamiliares de densidad media ─planta baja y cuatro pisos─, con un lenguaje arquitectónico clasicista. A pesar de que la voluntad de la Ley de Casas Baratas era la de mejorar las condiciones de habitabilidad, las viviendas de Pico de Pañuelo no tenían precisamente condiciones óptimas de salubridad. Esto era debido a la profundidad edificada de los edificios, que obligaba a ventilar muchas estancias a través de patios interiores de dimensiones insuficientes. La estructura era de pilares y jácenas metálicas combinadas con muros de carga paralelos a la fachada para asegurar la estabilidad.

Plantas tipo y esquema estructural de los edificios correspondientes a la tipología A, mayoritaria en la colonia Pico de Pañuelo, Madrid 1926.

La tipología de las viviendas es consecuencia de la tipología estructural elegida, que marca crujías de escasa luz entre soportes. Son viviendas sin pasillo, cuatro por rellano, a las que se entra directamente a través de una cocina-salón-comedor, desde la cual se accede a una habitación y a un pequeño distribuidor que da acceso a un aseo y dos habitaciones más. Los salones-cocina y una de las habitaciones dan al patio interior ─con escasa ventilación e iluminación─, mientras que las otras dos habitaciones y el baño se abren a la calle. Las condiciones de ventilación e iluminación de la sala principal no eran las óptimas.

En Madrid, no todos los barrios acogidos a la Ley de Casas Baratas de 1925 resultaron finalmente en desarrollos de baja calidad urbana y para familias con dificultades de acceso a la vivienda. Uno de los barrios más valorados de la capital en la actualidad es resultado de un proyecto “de casas baratas”, la Colonia El Viso. Cuando se constituyó la “Cooperativa de casas económicas El Viso”, la zona estaba alejada del centro y en un terreno elevado cercano al Hipódromo de la Castellana. En este caso, los principios utilizados en su concepción son plenamente coherentes con el racionalismo arquitectónico. El arquitecto Rafael Bergamín, inspirado por las obras de Adolf Loos, concibió un barrio de viviendas unifamiliares con una trama urbana ortogonal orientada de manera a aprovechar el mejor asoleamiento de las viviendas en hilera. El lenguaje arquitectónico utilizado era nítidamente racionalista, con reminiscencias náuticas como es propio de los primeros años del movimiento moderno. El promotor eligió, con gran inteligencia, agotar la edificabilidad permitida, resultando en unas viviendas que poco tienen de mínimas. Utiliza la posibilidad de introducir una planta semisótano y la dota de un programa plenamente funcional, de forma que las viviendas tienen, en realidad, tres plantas completas. En la planta semisótano sitúa el garaje y las estancias de servicio ─cocina, plancha y habitación para el servicio doméstico─, en la planta principal, ligeramente elevada sobre el terreno, sitúa el programa de día: hall, salón y comedor independiente ─apoyado por un office contiguo─ y, en la superior, cuatro habitaciones y dos baños. Cada vivienda tenía terreno con patio delante y detrás. No es de extrañar que, a medida que creció la ciudad hacia ese enclave, las viviendas fueran ocupadas por clases pudientes, situación que se mantiene hasta la actualidad.

Una de las tipologías de vivienda en hilera de la Colonia El Viso, 1933-1936, Rafael Bergamín.

En Cataluña, gracias a la extensión de la política de casas baratas, también encontramos realizaciones acogidas a esta ley hasta finales de la década de 1920 e inicios de la de 1930. En la ciudad de Barcelona el ejemplo más extenso es el barrio de Bon Pastor, uno de los cuatro polígonos de viviendas construidos en la Ciudad en 1929. A través del marco normativo que proporcionaba la Ley de Casas Baratas, el ayuntamiento de la ciudad creó el llamado Patronat Municipal d’Habitació en el año 1927.Al año siguienteeste órgano publica su primera memoria con el título “La Habitación Humilde en Barcelona”. La primera página da cuenta de la dimensión del problema con un artículo que lleva el título “El vergonzoso hacinamiento humano de las grandes capitales”.

Primera página del informe del Patronato de la Habitación de Barcelona, creado por Real Decreto de 3 de febrero de 1927. El informe, que lleva el título “La Habitación Humilde en Barcelona” lleva la fecha de junio de 1928.

Además de exponer el problema, el informe plantea soluciones de realojamiento de varios barrios de chabolas. La propuesta presenta una serie de tipologías de baja densidad y construcción barata combinables para generar unidades de barrio. En estos modelos encontramos pocos, o ningún rasgo de modernidad y la solución tipológica plantea problemas de salubridad ya que algunas habitaciones y las cocinas ventilan a través de patios de dimensiones claramente insuficientes. Estos proyectos se llevaron a cabo dando lugar a barrios como el del Bon Pastor ─que aún existe en la actualidad─ y otros ya desaparecidos como el de Can Tunis.

Alguno de los modelos edificatorios que plantea el informe “La Habitación Humilde en Barcelona” de 1928.

Dos hileras de casas baratas del polígono de Bon Pastor, Barcelona, 1929. MUHBA.

A comienzos de la década de 1930, ya durante la Segunda República, se suspendió definitivamente la solicitud y posterior tramitación de ayudas a las “Casas Baratas”. También Cataluña y el País Vasco ─que habían promovido normativas propias para dar continuidad al programa─ lo dan por finalizado y, ya en ese momento, se había generalizado la opinión de que el programa había tenido un impacto real muy limitado y había dado lugar a fragmentos urbanos de dudosa calidad que conllevaron, en algunos casos, bolsas de exclusión y miseria.

La influencia centroeuropea

La situación a finales de la década de 1920 era muy delicada en ciudades como Barcelona, Valencia o Madrid. En la capital, en los cuarenta años anteriores a 1930, se había duplicado la población, pero las infraestructuras no habían mejorado y la construcción de viviendas apenas había crecido. Las obras municipales estaban en ese momento paralizadas y se concedían licencias particulares para la construcción de edificios en el extrarradio sin un plan o una urbanización previa ─sin agua, alcantarillado o pavimentación─.

A pesar de algunos ejemplos vistos anteriormente, durante el periodo en que estuvo vigente la Ley de Casas Baratas, el ayuntamiento de la capital destacó por su inacción. En cambio, los ayuntamientos vecinos fueron más activos en la cesión de suelo para nuevas promociones. Un buen ejemplo es la colonia de San Fermín, de Jesús Carretero, fuera de los límites del término municipal. Especialmente desde la capital, la política de las Casas Baratas era percibida como un fracaso. El gobierno municipal vio entonces la necesidad de dar un impulso al estímulo privado para la promoción de vivienda, y entiende que su papel es proporcionar espacios de crecimiento urbano, más allá de los ensanches ya consolidados, que lo posibiliten. Para ello, emprenden la redacción de una serie de planes que empiezan en 1922 con el Plan General de Extensión y culminan, tras varias versiones, en el Plan de 1926. Este plan presenta, para el gobierno municipal, aún demasiadas vaguedades y, para su desarrollo, se decide convocar un concurso internacional de anteproyectos para el cual se llevará a cabo un exhaustivo análisis de necesidades y realidades consolidadas. Las bases no se presentaron hasta 1929 y, tras recibir doce propuestas, el jurado reunido en diciembre de 1930 lo declaró desierto, a pesar de haber recibido propuestas solventes. La más celebrada era la que proponía la extensión de la Castellana hacia el norte que presentó Secundino Suazo junto con el urbanista berlinés Hermann Jansen, una propuesta que recogía los criterios establecidos para la extensión residencial de la ciudad en Centroeuropa y las enseñanzas de urbanistas como Ludwig Hilberseimer, Ernst May o Bruno Taut.

El Plan de Zuazo y Jansen no ganó el concurso, pero, al proclamarse la República, las nuevas autoridades pretendieron recuperarlo bajo el liderazgo de la Oficina Técnica Municipal (OTM). Indalecio Prieto, desde el Ministerio de Fomento, se propuso poner en marcha el desarrollo del Plan de Zuazo-Jansen, empezando por el encargo del desarrollo de los Nuevos Ministerios al propio Secundino Suazo.

Durante la década de 1920, las experiencias que venían de Europa, especialmente de Stuttgart ─con la exposición de la Weissenhofsiedlung─, o de Viena y las promovidas por los CIAM, tenían una cierta penetración en España. Sin embargo, su influencia siempre estuvo más focalizada en la forma urbana y la ordenación de bloque o manzana más que una atención real a la tipología de la vivienda. El propio Secundino Zuazo tenía un amplio conocimiento de las experiencias urbanas que se estaban llevando a cabo en los países centroeuropeos a través de su colaboración con Jansen. Fruto de este conocimiento, en 1930, construye la Casa de las Flores, uno de los ejemplos más notables de vivienda social en los ensanches madrileños. El edificio plantea, de entrada, una volumetría en discrepancia con la ordenación vigente del ensanche, de forma que se constituye como una crítica al modelo urbanístico que había propuesto Carlos María de Castro en 1860. Además, en su realización, el plan Castro se había ido densificando hasta resultar en volúmenes edificados que no permitían una idónea ventilación e iluminación de las viviendas. Zuazo, junto con Miguel Fleischer, plantean un edificio de gran tamaño ─288 viviendas─ que recuerda a los de la Viena Roja, especialmente al célebre Karl Marx Hof. En su propuesta, el patio de manzana es transitable y abierto, como una calle interior, y recupera amplitud. Los bloques de vivienda también presentan generosos patios interiores, interrumpidos por los núcleos de comunicación vertical, que aseguran una mejor ventilación de las viviendas. El patio interior concentra baños y cocinas mientras que las estancias principales se abren, en su mayoría, a la calle o al patio de manzana. Las generosas terrazas juegan un papel clave en la composición exterior del conjunto que se resuelve materialmente con un cuidadoso aparejo de ladrillo visto.

Vista y planta de la Casa de las Flores de Secundino Zuazo Ugalde, 1930-1932. © Archivo Histórico COAM

Siguiendo en el campo del urbanismo y el desarrollo urbano, la ciudad de Barcelona también veía como su plan de Ensanche, ya modificado a través del Plan de Enlaces de Jaussely, se quedaba corto ante la dimensión del problema del alojamiento y las previsiones de crecimiento. El GATPAC, muy influenciado por los CIAM, denunciaba la insalubridad que se mantenía en las tramas históricas, focalizándose sobre el célebre Distrito V ─que más tarde conoceríamos como “barrio chino” o Raval─ y dudaban de la tipología edificatoria que estaba colmando el Ensanche. Precisamente la disconformidad con el tipo de alojamiento que se perpetuaba en la ciudad estaba en el centro de la justificación de la necesidad de cambiar por completo el modelo urbano imperante.

Diorama del Pla Macià 1932, dibujado por Torres Clavé. Arxiu Històric del Col·legi d’Arquitectes de Catalunya COAC.

El entusiasmo del joven grupo de arquitectos que formaban parte del GATCPAC impresionó a Le Corbusier en una visita a Barcelona, y éste les ofrece su apoyo. La intensa actividad de análisis y propositiva del GATCPAC sobre la metrópolis barcelonesa, encuentra su síntesis y ordenación en el Plan Macià (1932-1935) que firman juntamente con Le Corbusier. La ciudad resultante es una versión adaptada de la Ville Radieuse, trasladándolo hasta sus últimas consecuencias. El plan es bien conocido y sigue provocando en la actualidad los mismos sentimientos encontrados que provocó en su presentación pública. Resulta difícil de imaginar la Barcelona que hubiera resultado si este plan no hubiera sido truncado por la Guerra Civil y si los responsables políticos hubieran tenido la valentía y el apoyo para llevarlo a término. La Casa Bloc, que comentaremos en apartados posteriores, es una de las pocas realizaciones arquitectónicas que se relacionaron directamente con este plan.

La Ley Salmón

Como hemos dicho, entre 1932 y 1933, ya en tiempos de la República, se empiezan a suceder iniciativas que intentan dar al problema de la vivienda urbana una solución a la escala real del problema. Sin embargo, la situación económica en la década de 1930 era muy delicada en nuestro país: a los efectos del crac bursátil de 1929 en los EE UU, que conlleva una crisis mundial, se le unieron la desconfianza en la capacidad de gestión de la nueva república española. El régimen sufría ataques por parte de aquellos que estaban dispuestos a hundirlo mediante fugas masivas de capital. En España, sin acercarse a un planteamiento que pudiera siquiera compararse con el New Deal del presidente Franklin D. Roosevelt, Indalecio Prieto, desde el Ministerio de Obras Públicas, emprendió un plan de inversiones públicas que buscaba reactivar la economía y reducir el paro, a la vez que empezar a paliar el problema de la vivienda obrera o poner orden en las infraestructuras hidráulicas de las distintas cuencas españolas, entre otros objetivos.

En el campo de la vivienda, la izquierda en el gobierno era partidaria de los grandes proyectos que promovieron vivienda pública barata, mientras que, desde los partidos de la derecha, se defendía la exención de impuestos a la construcción de viviendas como medida para promover la implicación de capital privado en el problema. En definitiva, el planteamiento de los partidos de derecha y liberales era que las políticas de vivienda respondieran a una voluntad de atacar el problema del paro, reactivando la construcción, más que promover vivienda asequible por atajar su escasez.

En este contexto y en el año 1935, cuando las derechas ya gobernaban, se aprueba la llamada Ley Salmón, en referencia al ministro de Trabajo Federico Salmón. La Ley, sobre el papel, recogía las reivindicaciones tanto de los partidos de izquierdas como de los de derechas: inversión pública directa en vivienda ultra barata y beneficios fiscales para la promoción privada de vivienda de alquiler destinada a las clases medias. En realidad, en el espíritu y el interés último de La Ley Salmón estaba el favorecer la segunda opción. Por otro lado, quedaba fuera de la Ley la necesidad de poner suelo urbanizado a disposición de estas medidas, un hecho que confirmaba que se favorecía la pequeña inversión privada que encontraría con mayor facilidad solares vacíos o susceptibles de modificación en ensanches consolidados.

Los edificios que se acogieron a ley Salmón, popularmente conocidos como “Casas Salmón”, fueron identificados con una placa que, efectivamente, los enmarca dentro de los planes del gobierno de luchar contra el desempleo, y no de mitigar el problema de la vivienda.

El gobierno desatendió los grandes proyectos de vivienda masiva que demandaban amplios terrenos de extensión urbana y, cuando la ley empieza a fructificar, lo hace a través de la construcción de nuevos edificios en solares urbanos, a menudo sustituyendo edificios especulativos de la década anterior. Eso sí, en las promociones acogidas a la ley, se observa una voluntad de dar una nueva imagen de modernidad a las edificaciones acogidas a sus beneficios. Cabe recordar que en Madrid y Barcelona habían empezado a aparecer grupos de arquitectos que abogaban por nueva arquitectura como el Oficina Técnica Municipal (OTM) que estaba al cargo del Plan de Extensión para Madrid visto anteriormente, o el GATEPAC y GATCPAC (Grupo de Arquitectos y Técnicos para el progreso de la Arquitectura, española y catalana).

La ley exigía unas dimensiones máximas para los pisos, según la “dignidad arquitectónica” que requería la “nobleza” del barrio de ubicación. Sin embargo, los edificios acogidos a la Ley Salmón ignoraban el debate de los CIAM sobre el programa de necesidades de la vivienda mínima o las experiencias que se estaban llevando a cabo en Europa. El resultado es que, mientras en las fachadas se permitían gestos de modernidad, las plantas eran una consecuencia de la vivienda burguesa urbana, con pocos rasgos de modernidad.

En total, se ha calculado que se construyeron en España 3.000 inmuebles acogidos a la Ley Salmón. A pesar de que la ley contra el desempleo y otras promovidas por su ministerio ─como la de renovación de las escuelas rurales─ fueron consideradas leyes progresistas en el momento de su promulgación, la vinculación del ministro Federico Salmón a los partidos de derechas durante la Segunda República fue motivo suficiente para su asesinato durante los primeros meses de la Guerra Civil Española tras un proceso judicial sin garantías.

La Ley Salmón estaba acompañada de una partida presupuestaria para hacerla posible y, en la memoria de ésta, fijaba la cantidad porcentual respecto el montante total que se asignaría a cada provincia, sin que pudiera haber trasvase en caso de que algunos territorios no hicieran uso de esta asignación. En virtud de esta norma, Madrid recibiría el 20% del total, provincias como Murcia o Pontevedra se llevaban el 6%, mientras que Barcelona sólo recibiría el 2% por poner algunos ejemplos. Finalmente, la cantidad de peticiones para acogerse a las ayudas que llegaron de cada provincia no respondieron necesariamente a las cantidades previstas: en estudios exhaustivos posteriores se ha comprobado que, en 18 provincias ─entre ellas Pontevedra─, no se recibió ni una sola petición para acogerse a las ayudas de la Ley Salmón.

El resultado final es que un tercio de los edificios “Salmón” se localizaron en Madrid ─unos 917─. De entre los arquitectos que llevaron a cabo promociones acogidas a la ley cabe destacar a Luís Gutiérrez Soto, Secundino Suazo, Pedro Muguruza o Casto Fernández-Shaw, entre otros.

Luís Gutiérrez Soto construyó el que quizá sea más comúnmente identificado como edificio “Salmón” para la Inmobiliaria Miguel Ángel, situado en la calle del mismo nombre.

© Elena Tacconi / Fundación DOCOMOMO Ibérico. Planta tipo del edificio para la inmobiliaria Miguel Ángel, 1935-1941, Madrid, de Luis Gutiérrez Soto.

En una manzana en una zona de ensanche de Madrid, Gutiérrez Soto se enfrenta a un solar esquinero de gran profundidad edificada, en una ordenación que no prevé un gran patio interior de manzana. El edificio tiene seis núcleos de comunicación vertical y catorce viviendas por planta. La solución para dar a las viviendas la máxima ventilación y salubridad pasa por la introducción de un gran patio abierto a la calle. Esto permite que doce de las catorce viviendas tengan ventilación y vistas a la calle. Esta solución será copiada en futuras promociones en la ciudad de Madrid en zonas donde la ordenación, en relación con la edificabilidad, eran muy poco aptas para la implantación de viviendas de pequeño tamaño en condiciones óptimas de habitabilidad. Respecto al lenguaje arquitectónico, la arquería de planta baja contrasta con unas plantas tipo sin ausencia de elementos de lenguaje en la fachada. La distribución es muy deudora de la tipología burguesa típica del ensanche, de menor tamaño, pero con pocos rasgos de modernidad. En fachada exterior se sitúa una sucesión de estancias de tamaño equivalente a las que se accede por pasillo interior o por enfilado (de una a la otra). Los usos se alternan entre salones-comedor y habitaciones principales. Los elementos de servicio ─cocinas y baños─ se van situando en el interior de las agrupaciones, junto con un dormitorio de servicio y con acceso independiente directo a la cocina, las habitaciones secundarias van encontrando la ventilación en los patios interiores. Una vivienda tipo llega a contar con dos o tres dormitorios, aunque la poca especialización de las estancias permite mayor flexibilidad en su utilización. Igualmente, es fácil imaginar cómo dos viviendas independientes son fácilmente combinables para generar una de mayor tamaño, funcionando de forma igualmente eficiente.

Ejemplo de agrupación de dos viviendas del edificio para la inmobiliaria Miguel Ángel de luis Gutiérrez Soto en Madrid. Redibujada en el libro Vivienda Colectiva en España Siglo XX (1929-1992). Ver bibliografía.

En Barcelona se calcula que hay unas 150 “Casas Salmón”. Uno de los arquitectos que abordó proyectos acogidos a esta ley fue Pere Benavent de Barberà, conocido por sus tratados de construcción en los que intenta racionalizar y perfeccionar las técnicas constructivas tradicionales para una mayor calidad y durabilidad de los edificios. La Casa Torres, acogida a la ley Salmón, es un buen ejemplo de aplicación de esta sabiduría constructiva y así lo demuestran sus dibujos en perspectiva del propio arquitecto.

Casa Torres
Casa Torres

Casa Torres, 1931-1933, Barcelona, Pere Benavent de Barberà © Archivo COAC, Fondo Pere Benavent.

Tipológicamente, la casa Torres es una vivienda de tamaño reducido que toma como referencia otros ejemplos del GATCPAC: una habitación individual, vinculada al acceso que se podría entender como una reminiscencia del dormitorio de servicio; dos habitaciones dobles a las que se accede a través de una sala-comedor ─que se amplía con una generosa terraza─, un único baño y una cocina independiente. La posición del ascensor, en el rellano de la escalera, impide llegar al plano de acceso de las viviendas, y será necesario subir o bajar media planta por escalera. El edificio está muy marcado por la curiosa forma del solar: una manzana del ensanche Cerdà que queda partida en diagonal por una calle superpuesta a la trama. Las únicas fachadas a la calle se tratan como testeros y se resuelve la estructura con una doble crujía con muros de carga perpendiculares al testero, que constituyen, además, la separación entre viviendas, cuatro por rellano con el núcleo de comunicación central. En este caso, el arquitecto da la vuelta a la tipología tradicional del ensanche que toma como muros portantes las fachadas y los sucesivos muros paralelos a éstas. Mientras que la distribución es atenta a los criterios racionalistas, la fachada no expresa tal modernidad, especialmente por la elección del acabado de ladrillo que contrasta con el estuco que era más adecuado a la estética que el GATCPAC promovía. En cierta forma, la casa Torres hace lo contrario que otros edificios acogidos a la Ley Salmón que ignoran el debate sobre la vivienda moderna y el programa de necesidades definido en los Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna sobre las características de la vivienda mínima. Efectivamente, la alternativa propiciada por la Ley Salmón se limitó a posibilitar en fachada gestos de imprecisa modernidad ─de un racionalismo formal, gratuito y sin contenido─ mientras que en la organización en planta de las viviendas se mantenía un programa de necesidades ajeno por completo a la arquitectura que en esos años se planteaba en Europa.

En general, el debate sobre la vivienda moderna y el programa de necesidades definido en los Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna sobre las características de la vivienda mínima, fue sistemáticamente ignorado por arquitectos que construyeron los edificios acogidos a la Ley Salmón.

Experiencias periféricas: el caso catalán

La Ley Salmón quedó prácticamente en papel mojado a la vuelta del Frente Popular al gobierno republicano en 1936. Pero esta ley no fue, ni mucho menos, la única actuación de vivienda pública durante la Segunda República. En Barcelona se construyó el conocido como Grup d’Habitatge de Treball, un conjunto de pequeñas casas encargadas por la Generalitat de Cataluña. Durante su construcción se llevó a cabo un control exhaustivo de costes de materiales y mano de obra con la idea de que sirviese como prototipo. También se ensayaban ideas desarrolladas en Centroeuropa durante la primera posguerra mundial, especialmente en la República de Weimar, y vinculadas con el movimiento moderno arquitectónico, como la Existenzminimum, la mínima dotación, digna y necesaria, para la vivienda obrera.

Casa Bloc de Joan Baptista Subirana, Josep Torres Clavé, Josep Lluís Sert López, 1931-1936, Barcelona.

© José Hevia/Fundación Docomomo Ibérico

De esta primera experiencia saldría la idea de construir la Casa Bloc, emblema de lo que sería la nueva vivienda obrera y obra capital del GATCPAC y Josep Lluís Sert. Francesc Macià puso la primera piedra en 1933. El siguiente paso pasaba por la creación del Comissariat de l’Estatge, que se hizo efectiva en 1936. La nueva institución serviría para elaborar la política de la vivienda, administrar los bienes inmuebles urbanos y actuar como organismo consultivo. Estaba formado por el consejero de Justicia, como presidente, y por representantes del Frente Popular y de los sindicatos ─que se negaron a participar─. Duró cinco meses escasos, y el efecto de sus políticas fue nulo: ni siquiera la emblemática obra de la Casa Bloc, que debía servir de modelo para futuras actuaciones de la comisión, se pudo finalizar, y no entró en uso antes del estallido de la Guerra Civil. Los acontecimientos políticos harían que los programas realmente ambiciosos del GATCPAC, como el Plan Macià o la Ciutat de Repòs i de Vacances, no se llegasen a llevar a cabo nunca.

La Casa bloc es el emblema de lo que debería haber sido la arquitectura de vivienda asequible vinculada a la política de la Generalitat republicana y el GATPAC. Es un edificio plenamente alineado con los principios de la ciudad moderna promovida por Le Corbusier: la configuración en planta “à redent” es una de las tipologías de su “cité radieuse”, pero también la cubierta plana y la planta baja sobre “pilotis” ─liberando el máximo de espacio público─ son principios nítidamente corbuserianos. El acceso a las viviendas se produce por corredor exterior, con los núcleos de comunicación vertical situados en los quiebros de la planta. Tanto la estructura como la tipología edificatoria son coherentes con los principios del existenzminimum y los estándares del movimiento moderno: viviendas en dúplex, pasantes y con todas las estancias en fachada y una terraza que amplía el espacio de la sala de estar. En la planta superior se sitúan las tres habitaciones. más allá del edificio, el conjunto se planteó como el ensayo de un nuevo modelo urbano, con numerosos servicios comunitarios que nunca llegaron a construirse debido al estallido de la Guerra Civil. La experiencia de la casa Bloc auguraba un futuro en el que, por fin, la política pública de vivienda y la arquitectura se alineaban con las experiencias más innovadoras que llegaban de Europa. Como es bien sabido, la Guerra y la posterior dictadura frustraron esta ilusión.

Tipologías de la Casa Bloc de Joan Baptista Subirana, Josep Torres Clavé, Josep Lluís Sert López, 1931-1936, Barcelona.

Bibliografía

  • SAMBRICIO, Carlos, MUÑOZ, Raquel, “Viviendas de alquiler para la clase media, La Ley Salmón de 1935 y el Madrid de la Segunda República”, en Ilustración de Madrid, Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid, departamento de composición, Madrid, 2008.
  • MATEOS VALIENTE, Amaia, VILLANUEVA ELIZONDO, Tomas, Análisis constructivo estructural de la colonia Pico del Pañuelo (Arganzuela, Madrid‐1927), 2015.
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  • AA VV, Casas baratas, 1911. Centenario de la primera ley [Catálogo de la exposición], Dirección General de Arquitectura, Vivienda y Suelo, Centro de Publicaciones, Ministerio de Fomento. Madrid, 2011 (Publicación en formato PDF).
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