Residencia de las Hijas de Maria Inmaculada

El programa de convento y colegio-internado queda asimilado al de un claustro donde patio y compás son coincidentes en el exterior. En fachada, la innovación tecnológica de un muro-cortina mixto —con cierta vinculación a la obra contemporánea de Arne Jacobsen— ofrece una seriación ritmada de ventanas coherente con los edificios conventuales, únicamente alterada por el retranqueo de fachada que se enlaza con terrazas en voladizo. La pieza longitudinal establece un diálogo con la unidad de la capilla adyacente, con acceso independiente, donde el atrio de entrada ofrece un final de perspectiva secante —con un mural de mosaico que representa a los apóstoles — que se eleva e insinúa la entrada sesgada.

El interior del templo es un espacio prismático de gran austeridad que conecta en su doble altura con la residencia, donde destaca la inclusión, a lo largo de todo el lateral del Evangelio, de una vidriera de 240 m2 dedicada a la Letanía Lauretana (obra de Antonio Povedano), que, junto con el techo de listones de madera, dirigen la vista hacia el altar y establecen relaciones con el exterior. La vidriera queda oculta al exterior por una celosía de piezas de hormigón que potencia la imagen compacta de la capilla.
Francisco Daroca Bruño