Iglesia del Espíritu Santo y Nuestra Señora de Araucana

Se trata de una obra tardía del autor en la que se ha despojado de todo el bagaje clasicista desarrollado a lo largo de su vida profesional, creando una obra de marcado carácter contemporáneo, sin por ello dar de lado a su esmerado tratamiento de las fábricas de ladrillo. En este templo abandona el prototipo de iglesia de planta elíptica para diseñar un espacio de traza irregular, de una sola nave desprovista de toda centralidad, en la que arcos parabólicos dispuestos en sentido longitudinal configuran el espacio interior del edificio y le confieren una gran singularidad. Exteriormente es una construcción de suma sencillez, en la que predomina el macizo sobre el vano, pues apenas aparece perforada por unos óculos cerrados mediante vidrieras y dispuestos en diagonal de forma ascendente en sus fachadas laterales. Se llega a la iglesia a través de una serie de espacios, cubiertos y descubiertos, que conforman el atrio, en los cuales, de manera aparentemente desorganizada, se sitúa un conjunto de edificaciones de ladrillo destinadas a diversas dependencias parroquiales. La concepción arquitectónica de todos estos espacios y construcciones previas a la iglesia en nada hacen sospechar las características de la misma, con la que presentan un fuerte contraste, contribuyendo a crear en los fieles que a ella acceden una fuerte sensación de sorpresa ante la monumentalidad del espacio.

Equipo redactor Arquitectura de Madrid y Arquitectura y Desarrollo Urbano. Comunidad de Madrid. Revisión y adaptación: Servicio Histórico, Fundación Arquitectura COAM: Alberto Sanz Hernando. Colaboradoras: Margarita Suárez, Beatriz Gutiérrez, Miriam Martín, María José Mier y Silvia Mata