Casa Martín de Prados

La casa se emplaza fuera de la vista, a medio camino de la carretera que comunica Galapagar y Villalba, en el privilegiado enclave de la finca denominada Cercas de Vado Viejo, caracterizado por la conjunción del arbolado y las agrupaciones de rocas graníticas, eligiéndose para su ubicación un terreno relativamente llano situado entre dos grandes rocas en la zona de menor vegetación. 

Constituye un ejemplo de la serie de residencias singulares que el autor, en ocasiones en colaboración con Fernando Higueras, construyó durante la década de 1970 en los alrededores de Madrid. En la casa Martín de Prados se observa el fruto de una profesionalidad ya madura que persiste en el compromiso entre la cultura arquitectónica orgánico-racionalista y las referencias al medio natural.

Sin renunciar a ciertas tradiciones que aluden tanto a las tecnologías –piedra de cabeza de cantera, ladrillo, madera, cubiertas inclinadas, tejas árabes viejas de la zona, etc.–, como a ciertos manierismos regionalistas, este edificio replantea el tema de la vivienda de elevada categoría que, en las décadas de 1960 y 1970, tuvo una brillante trayectoria en la arquitectura americana de las villas, en manos de maestros como Richard Neutra o Philip Johnson, quienes tan sabiamente fundieron el legado romántico-naturalista-orgánico de las casas de la pradera de Frank Lloyd Wright con el purismo miesiano, de evocación abstracta racionalista.

La casa Martín de Prados posee, dentro de un panorama afín, ese sello personal del autor que viene a identificarse con un repertorio de formas y modos de hacer: pronunciados faldones de cubierta, de hasta dos metros de vuelo, que se incorporan a la imagen pregnante del edificio y ligan los tres cuerpos que lo componen; diálogo a veces dramático, pero siempre elocuente, con el paisaje –que aquí aparece, pese a la plataforma en que se asienta la vivienda, más como alusión naturalista que como liviana urbanización pequeño-burguesa del entorno–; cierto manierismo estructural encarnado por la serie de vigas vistas de hormigón armado (75 x 20 cm2) que remiten a la tradición constructiva del alero y del entrevigado propia de las arquitecturas populares.

Todos estos factores parecen generar la elegante y elaborada planta de la casa Martín de Prados, concebida como vivienda permanente, donde dos alas rectangulares –correspondientes a un área de dormitorios y a otra de servicios– se articulan simétricamente con el cuerpo, también rectangular, del ámbito estancia, centrado en posición jerárquica. La aparente elementalidad del esquema y la elocuente legibilidad de la planta manifiestan la cualidad de los primitivos códigos funcionalistas que traducían a formas las lecturas inmediatas del organigrama de usos; sin embargo, con ello no se desdeña una espacialidad sugerente y compleja, en especial en los núcleos articuladores de los diversos cuerpos entre sí y de éstos con la vivienda del guarda y los vestuarios de la piscina –pasillos, espacios de transición, ámbitos ambiguos y polivalentes, porches exteriores, etc.–, herencia quizás de la tradición americana y que consiguen una imagen de edificación compacta.

Porches, pronunciados aleros, alusiones naturalistas en espacios ajardinados racionalmente dentro de la rigurosa malla estructural y espacial; y lo orgánico, lo racional y la tradición rural y regionalista, se cruzaron en la casa Martín de Prados para dar respuesta a un programa amplio y complejo de residencia de alto estándar socio-económico a la búsqueda de un alto estándar arquitectónico.

Equipo redactor Arquitectura de Madrid y Arquitectura y Desarrollo Urbano. Comunidad de Madrid. Revisión y adaptación: Servicio Histórico, Fundación Arquitectura COAM: Alberto Sanz Hernando. Colaboradoras: Margarita Suárez, Beatriz Gutiérrez, Miriam Martín, María José Mier y Silvia Mata