Mirador del Río

La plácida y cálida costa sur de Lanzarote, donde se concentra su industria turística, tiene su oposición en la agreste y salvaje costa norte, donde los imponentes acantilados son azotados sin cesar por los fuertes vientos alisios y un mar, a menudo, embravecido.

Situado sobre el risco de Famara, un largo acantilado de casi quinientos metros de altura, el Mirador abre dos grandes ventanales hacia la Isla de la Graciosa y el Archipiélago Chinijo, asomándose sobre el estrecho canal marítimo que la separa de Lanzarote. Se llega hasta él cruzando el interior de la isla, donde los viñedos se protegen del viento mediante pequeños muros circulares de piedra volcánica. Esta misma estrategia sirve a Manrique y Cáceres Morales para organizar los espacios exteriores, aparcamientos y accesos, desde los cuales se desciende a un edifico cavernoso que recrea las burbujas volcánicas en las que a menudo Manrique sitúa sus residencias. Dentro del edificio, el negro volcánico se substituye por los paramentos encalados de superficies continuas y recorridos sinuosos que buscan el efecto sorpresa: en ningún momento se nos permite entrever la espectacularidad del enclave donde nos encontramos, que solo se revela, de golpe, al entrar en la sala del mirador.

Roger Subirà