Instituto del Frío

El Instituto del Frío, organismo dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, es un ejemplo significativo de las nuevas corrientes arquitectónicas del Movimiento Moderno. En este complejo se realizaron estudios previos de ubicación y refuerzo de cimientos, debido a que por el subsuelo discurre el arroyo Cantarranas. El conjunto se inserta dentro de la Ciudad Universitaria, en una zona cuyo desarrollo es posterior a los años cincuenta, cuando las construcciones se separan de la homogeneidad tipológica y estilística del conjunto universitario coordinado por López Otero.

El edificio, de los arquitectos Gutiérrez Plaza y Mesones Cabello, se resuelve mediante la definición de tres volúmenes rotundos en forma de U, uno para oficinas y biblioteca; un segundo para laboratorio y planta piloto de congelación; y un tercero para ingeniería y laboratorios. Todos ellos están interconectados mediante unas rampas centrales exentas, cuya pureza de líneas se potencia con el tratamiento plano de las fachadas y el ritmo marcadamente horizontal de los huecos.

Según los autores, “es de destacar en la fachada principal el mural monumental en piedras y hormigón, del escultor Juan Haro, y la vidriera realizada por Rafael Hidalgo de Caviedes”.

Sin apenas elementos salientes, la cadencia horizontal de las fachadas se obtiene mediante el juego de texturas y colores de los materiales y acabados (aplacados blancos en contraste con bandas de piedra gris y ventanas corridas con alternancia de vidrios de color, recursos que potencian la definición de volumetrías puras).

Los huecos de distintos tamaños, agrupados de forma irregular, sugieren, con sus toques de color, la obra pictórica de Piet Mondrian.
Paloma Barreiro