Memoria
El Centro Altair se construye como centro educativo privado, actualmente concertado con la Administración, en la periferia de la ciudad en su zona este, en un contexto residencial de barriadas obreras, e inmediato y exterior a la ronda de circunvalación SE-30 de la capital.
Sobre la parcela existen diversos edificios insertos en un jardín, concebidos como pabellones independientes respecto a un edificio original, edificados en función de las necesidades de ampliación del Centro y de adaptación a los diferentes planes de estudio. El que nos ocupa fue el primero de ellos, construido en los años sesenta de acuerdo con los criterios formales y funcionales de la modernidad, celosa en la adopción de medidas higienistas en el diseño de estos edificios y que aquí se refleja en los grandes huecos abiertos que constantemente ventilan e iluminan los espacios de circulación. En concreto el edificio hace referencia a las obras de Le Corbusier más expresivas y construidas en hormigón visto.
El edificio consta de un núcleo central de tres plantas que aloja la escalera, y tres brazos, uno de tres plantas y los otros dos de dos, que alojan segregadas las aulas de otros espacios menores. Está ejecutado en hormigón visto. En sus espacios interiores el hormigón se extiende por la escalera, techos de casetones, suelos y paredes, revistiéndose con elementos cerámicos en los pretiles de los huecos. Las particiones interiores se realizan de tabiquería también revestida de piezas cerámicas que incorporan colorido a la uniformidad del hormigón, junto a las carpinterías y a un mural que representa el Guernica de Pablo Picasso. Otras particiones se ejecutan con moldeados de vidrio ¿pavés- con geometrías curvas que ayudan a entenderlas como elementos independientes que configuran las circulaciones.
Al exterior vuelve el hormigón a ser el protagonista con inserciones de aplacados cerámicos de color terrizo en pretiles, guardapolvos de huecos y coronación del pretil de azotea. El trazado de los huecos es singular, apareciendo ventanas proyectadas en marcos de hormigón destacando del plano de fachada, o como celosías de hormigón, sin carpintería los de las galerías, que buscan el control del soleamiento del edificio, pues se trata de delgadas losas que fragmentan horizontalmente los huecos dando a la fachada una profundidad y un juego de luces y sombras de extraordinario interés.
La sobriedad que el hormigón presta al edificio se enriquece en los numerosos y estudiados detalles: aristas curvas o vivas según quiera continuarse o destacarse la fachada entendida como gruesa piel, el cuidado y variado juego de lamas de hormigón, el juego planteado por las tubos de color rojo de las instalaciones en una de sus fachadas, las bajantes cajeadas de hormigón que construyen fuentes descendiendo sobre piletas en el exterior, etc.
El resultado es una interesante reflexión sobre la coherencia del proyecto, el uso de los materiales, la utilización de la luz en interiores y exteriores, las relaciones del edificio con su entorno ajardinado, la necesidad de soleamiento de los espacios interiores¿ Su estado de conservación es muy bueno a pesar de su uso y del tiempo transcurrido desde su construcción, siendo tan sólo alterado de manera significativa por la incorporación de carpinterías sobre los huecos que carecían de ellas y que actualmente sólo afectan a la planta superior. Estas carpinterías, justificables desde la óptica del confort, debieran replantearse nuevamente y, de hacerse necesarias, construirse con la misma coherencia y medios que se ha destacado en el conjunto de la obra.
Uso original: Uso docenteCentro de enseñanza profesional
Reportaje fotográfico:
Categoría: Nivel B
Registro: Ampliación temporal, 1965-1975