Edificio Hermanos Lladró

Este programa atípico se vincula con la célebre firma de porcelanas y se desarrolla incluyendo un nivel de acceso a la fábrica, otro reservado a oficinas, dos plantas para locales de exposición y otras dos destinadas a dos viviendas, la última resuelta en ático retranqueado. La distribución doméstica presenta una zona noble hacia la calle, con estar y dormitorios, y sitúa el núcleo de comunicaciones centrado para dividirla en profundidad. En la parte posterior se disponen lugares de trabajo, cocina y zona de servicio.

Conviene resaltar, por su interés, el sistema compositivo de los alzados y, ante todo, los aires de libertad que ha adoptado la fachada principal, renunciando a principios académicos y a esquemas de reiteración. Es como un ejercicio de equilibrio en dificultades, atractivo y alojado en la tensión que provocan las perforaciones de diferente disposición, de modo que es difícil entender esta peculiar obra sin recordar la figura de Alejandro de la Sota, al menos como referencia cultural. Parece que los arquitectos han querido quebrar el determinismo de una rutina definida por la alineación uniforme de huecos, o por la jerarquía simétrica de los ejes, y se mueven con soltura dentro de una solución depurada que promueve el placer de mirar, tratando de acaparar nuestra curiosidad y que, verdaderamente, entregamos sin reservas.

Un cierto hedonismo introduce su propia ley, amable y festiva, que se cuela desde las alturas a través de la ligereza metálica de un remate casi aéreo y luego desciende por un revestimiento azulado de gres Nolla, que juega al contraste con la blancura de sus planos próximos y con la transparencia de vidrios o metacrilatos.
Carmen Jordá