Memoria
La casa Fominaya se sitúa en el sector más septentrional de Ciudad Santo Domingo, aquél que delimita la avenida del Guadalix en su penúltimo tramo antes de cruzar el otro eje repartidor de la urbanización, la avenida del Monte. Como es habitual en una buena parte de las edificaciones residenciales que integran este conjunto residencial, el emplazamiento de la parcela al borde de un vial anodino, más carretera de acceso que calle urbana, conlleva la justificable presencia de una faz de entrada a la vivienda que pugna entre su condición de frontera y su función de barrera necesaria ante la agresividad controlada del entorno, de manera que la casa, desde sus márgenes viales, se intuye y adivina más que se ve, y sus vivencias internas se resuelven en espacios autodefensivos de lo exterior y se interiorizan y abren a los espacios libres de su propio territorio, como si de una mínima ciudadela se tratara.
Más de treinta años después de su construcción, esta casa testimonia los orígenes de la urbanización Santo Domingo, además de las raíces históricas de la obra de un arquitecto en ciernes. En ella, forma y materia se funden con un purista lenguaje en la tradición, confesada por el autor, del magisterio de las arquitecturas en ladrillo de invocación racionalista de Julio Cano Lasso, y lo hace a través de limpios prismas de ladrillo visto según macias de sintaxis casi neoplástica.
Obra de iniciación, y ya algo lejana en el tiempo, preanunciaba la fidelidad de su entonces joven autor a unos principios que, en palabras de Rafael Moneo, asumían » la tentación de los neo-racionalismos [que] asoma en las obras de Campo Baeza» y que, a lo largo de un ya extenso camino, se rubrica en aras de ciertas depuraciones arquitectónicas esencialistas. El convencional programa de una vivienda burguesa en una urbanización de «élite» se aborda desde la prematura madurez de un arquitecto casi recién titulado en la Escuela de Arquitectura de Madrid, formado a la luz de los maestros ya veteranos consagrados en gran parte a la enseñanza de la arquitectura y a auspicios de sus primeros pasos en el estudio de Cano Lasso.
La primera cuestión esencial es la búsqueda de la fórmula de la connivencia entre la intimidad esencial de los ámbitos domésticos y su relación con los ámbitos semiurbanos externos, quizás abordada en esta casa desde el aprovechamiento de la caída natural del terreno hacia los bordes internos y desde la discreta exclusión del ámbito vial fronterizo mediante la creación de espacios de transición entre la calle y la casa, semiabiertos o semicerrados, con patios, jardineras, pérgolas, porches, etc.
La planta principal se articula mediante el consagrado esquema vertebrador de un eje lineal que, ortogonalmente respecto a la fachada de acceso y agrupando de modo estratégico sendos ámbitos de servicio y comunicación como adherencias adjuntas al tejido estructurante, profundiza de forma progresiva en la interioridad de la casa a través de la rotunda y canónica fragmentación de las zonas de estar colectivas en un lateral y de las zonas íntimas de descanso en el otro, gracias a un eje secundario perpendicular al principal. Ambas áreas se integran en superficies globales signadas por la especificidad inherente a su condición dual de comunidad y privacidad, antagonismo que pone a prueba la especial sensibilidad del autor en el paso al límite de las zonas de día, las cuales, con gran inteligencia, resuelven la relatividad entre las áreas de servicio y las estanciales, conectadas por un complejo pero nítido aglomerado de patios diferenciados e intercomunicados en una yuxtaposición que soluciona su coexistencia en un virtual cuadrado, integrando en una L invertida los espacios cerrados en torno a un ámbito interior abierto y definido según gradientes en función de sus propias vivencias, conglomerado en fin que se articula con un cuerpo para garaje en la opuesta arista de la parcela y, lógicamente, conectado con la calle.
Tal concepto parece examinar las hipótesis de la revisión moderna de la casa-patio que llevaría hasta los planteamientos miesianos de la cuestión. Por fin, el lenguaje sincopado en clave casi neoplástica apela a las texturas de ladrillo visto y a la tradición tectónica de los prismas densos y de gran inercia de los muros de carga, produciéndose, desde los ejes vertebradores de la casa, desde la centralidad lineal de los servicios y desde la implosión interna de la teoría de cajas cerradas, la opuesta expansión orgánica de las masas.
La condición nada baladí del paralelismo de las casas Fominaya y García del Valle, tanto en el tiempo como en la circunstancia de la forja de la personalidad cultural y existencial del autor, justifican y amparan la necesaria consideración conjunta de ambas, tanto por sus analogías como por sus diferencias. El tiempo ha sabido sin duda reconocerlas desde su intemporalidad, no sólo por el desarrollo histórico de las casas de la colonia, repaso testimonial de autores, épocas y tendencias, sino por la temprana madurez de sus propuestas, válidas y actuales en sus orígenes, pero con la semilla de ciertos argumentos que hoy día, y desde otras hipótesis revisionistas, siguen siendo germinales.
Equipo redactor Arquitectura de Madrid y Arquitectura y Desarrollo Urbano. Comunidad de Madrid. Revisión y adaptación: Servicio Histórico, Fundación Arquitectura COAM: Alberto Sanz Hernando. Colaboradoras: Margarita Suárez, Beatriz Gutiérrez, Miriam Martín, María José Mier y Silvia Mata
Uso original: Uso residencialVivienda unifamiliar
Reportaje fotográfico:
Categoría: Nivel A
Registro: Ampliación temporal, 1965-1975