Edificio Legorburo

El edificio Legorburo retoma y culmina el clima de renovación urbana que se había desarrollado en Albacete en la década de 1920. Este desarrollo está caracterizado por un fuerte crecimiento económico que propicia una incipiente industrialización de matriz agraria y comercial y un despegue de cierta burguesía, ligada al proceso expansivo de la ciudad.

Precedentes diversos, como los trabajos de Ferrando Castells (Pasaje de Lodares, 1925), de Carrilero Prats (con obras tan singulares como la Cámara de Comercio e Industria y el Teatro Capitol, ambas de 1932) y de Miguel Ortiz e Iribas, anticipan la plasmación posterior del edificio Legorburo.

El edificio se resuelve mediante recursos diversos, procedentes tanto de influencias déco como de otras más propias del expresionismo. La resolución planimétrica refleja aún los inconvenientes de un parcelario descompensado en su definición. A pesar de ello, la resolución de los alzados en su dimensión urbana tiene una enorme solvencia figurativa. Es un compendio afortunado entre las nuevas figuraciones visuales y las transformaciones urbanas abiertas en la década precedente.
José Rivero Serrano