Abstract
Comúnmente se acepta la idea de analizar los procesos históricos, la historia específica de la arquitectura, como un proceso evolutivo y aditivo en el tiempo, desarrollando para ello técnicas de compresión de los estilos y su inserción en una crónica de la historia general. Asimismo, se acepta que una labor de investigación, acotada en el tiempo, ha de desarrollarse sobre el estilo, el autor, etc. Se suele pasar, así, con gran facilidad de la historia cronológica a la monografía.
Sin embargo últimamente, comienza a parecer de interés, elaborar y confirmar dialécticamente “las mixtificaciones, valores y contradicciones” de la disciplina con su modelo físico: la ciudad se convierte en objetivo, previa comprensión de que ella es el marco físico y real donde se puede investigar, confirmar y programar su desarrollo.
Hoy, cuando la ciudad se ramifica y se adentra en el campo, cuando el territorio ya no es dimensionable según parcelas hegemónicas de uso, es necesario analizar los orígenes de este proceso, a través de una “narración discontinua” de los objetos arquitectónicos, como resumen de una confrotación ideológica entre la arquitectura y los sistemas de producción.
Para nosotros, elaborar una crítica arquitectónica, a través de la asepsia del conocimiento, no solo es un error, sino que permite una instrumentación indiscriminada. Al contrario, entenderla como elemento de análisis y transformación de la realidad inmediata, no solo significa hoy superar la antihistoricidad de la vanguardia en la construcción del presente. De ahí que aparquemos nuestra angustia de intelectual, y propongamos una nueva lectura del “pecado” mediante su historización, profundizando en el conocimiento disciplinar como único método capaz de superar la tentación, de una crítica social a la cultura arquitectónica, y si, en cambio, intentar una crítica disciplinar del desarrollo urbano.
Nuestra misión es reinterpretar la historia, historizando las crónicas y obligando a cada objeto a presentar sus atributos disciplinares de forma aislada, sin arropamiento estilísticos.
El trabajo en cuestión, consiste a nuestra manera de entender, en aplicar una “reorganización de los materiales históricos” analizando con especial énfasis la “victoria heróica” de la clase dominante en el estilo (regionalista en Sevilla) y en el desarrollo de la ciudad, tomando como base los dos únicos elementos reales de su desarrollo: el suelo y la producción edilicia.
En el caso concreto de Sevilla, esta opción previa limita el trabajo a través de dos grandes filones: el suelo de nueva ocupación y la vivienda obrera como destino básico de la producción. Y ello, coincidiendo en el tiempo entre 1849 (fecha del Registro de Propietarios Urbanos de Sevilla, que da una idea completa del modelo mercantil e inmobiliario en Sevilla y coincide con la llegada de los Duque de Montpensier) y 1929 (año en que parece que se cumple el objetivo de “capital metropolitana”).
En cuanto al suelo de nueva ocupación, el trabajo va destinado a encontrar los hilos conductores del crecimiento de la ciudad y del control de la periferia soslayando, en parte, la ausencia de una reglamentación tecnológica a través de un Plan General. Profundizar en las intenciones de los planes particulares, de alineaciones o ensanches del Siglo XIX, o en las ideas de crecimiento discrecional de las primeras propuestas del Siglo XX, globalizando su inserción y entendiendo el proceso como un “discurso interrumpido” es buscar desde el presente, ese acuerdo inconsciente de las actitudes precapitalistas sobre el territorio. El trabajo busca con ello las contradicciones de un “idéntico modelo de desarrollo” no regularizado por el Plan. Buscar en las raíces, a mediados del Siglo XIX, las intervenciones del asistente Arjona y del arquitecto municipal Balbino Marrón, coincidente con la llegada del ferrocarril, con las demoliciones de las murallas y con la idea del ornato público así como con el ajardinamiento de la periferia, es una tentación tan importante como no resuelta por nuestra historiografía reciente. Igualmente, analizar a través del resurgimiento civil con la revolución burguesa, la transformación emblemática de la ciudad, su transformación de “collaciones” en Barrios, los nuevos modelos de asentamientos de ciudad que intentan en la primera periferia durante el Siglo XIX, y su consolidación en el Siglo XX. Asimismo, entender como la idea del “nuevo universo” cartesiano, llega a prender, de forma tan rápida, desde los poderes públicos hasta los particulares, haciendo de la ciudad una idea colectiva en un periodo muy corto de tiempo, 1845 – 1860.
La “tranquilidad de espíritu” que significa el análisis de los orígenes de las ciudades de Plan General de ensanche del Siglo XIX, (París, Barcelona, Viena, Madrid, etc.), es una tranquilidad que parte de considerar el “orden”, la regulación geométrica del territorio, como la idea básica del Plan. Caer en la posición de necrosar un proceso, de historizar obsesivamente su ausencia, por no existir Plano Regulador, es una actitud que obviamos de entrada. El Plan, como previsión transformadora del territorio, ha venido siendo un cúmulo de intenciones codificadas por el Plano Regulador, a través de la ciencia urbanística. Entender el Plan, sin embargo, como un “proceso de gestión” de estas intenciones, nos permite acercarnos, con mayor profundidad, a los problemas y utilizar como principal filón de estudio la propia ideología que subyace, aún cuando no exista Plan Regulador. Es este un método difícil y hasta angustiosos, pero a la vez rico en contradicciones y mixtificaciones de la idea de ciudad, y revelador al máximo, de la transformación que el Siglo XIX trae consigo en los cambios de los sistemas de producción.
En el caso concreto de Sevilla, su configuración marginal, nos aporta la necesidad de construir un propio método de análisis no comparativo, casi “anatómico”, y donde cada pieza pueda ser estudiada como parte de un mecano descompuesto.
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