Tres lavaderos y un refugio

Durante la etapa como arquitecto de la entonces Diputación Provincial de Santander, Ángel Hernández Morales proyecta una serie de pequeños edificios con función de lavaderos y refugios, dispersos por distintos pueblos del medio rural de Cantabria. Interesado por el diálogo de lo construido con el paisaje, el autor integra la nueva arquitectura en diferentes contextos rurales. Los lavaderos se disponen en espacios públicos, y su misión es ser un punto de referencia para el poblado y un lugar de relación familiar y social. Sus volúmenes son muy expresivos y siempre exentos, con el espacio exterior sin delimitar ni edificar, características que, en ocasiones, han sido modificas.

Los edificios juegan con una composición planimétrica rotunda y un aspecto exterior de geometría irregular, sin simetrías, en el que las losas de hormigón de las cubiertas desempeñan un papel fundamental. La fachada es la propia estructura, dejando una apertura a modo de acceso, sin necesidad de puerta y con amplios ventanales. El espacio interior posee únicamente la pila de hormigón, o el banco y espacio para la lumbre sin chimenea en el refugio.

Son características destacadas la total ausencia de ornamentación y el brutalismo manifestado a través del uso de los materiales: cierres de mampostería, carpintería de hormigón y vidrio a hueso. Con el desarrollo industrial y económico, los lavaderos han quedado lamentablemente en desuso.
Cristina Fuertes Gandarillas