Real Club Náutico de Vigo

No hay otro uso que ofrezca mejor ocasión para la expresión de la modernidad arquitectónica, traducida en formas navales, que los clubes náuticos. Con el brillante antecedente del de San Sebastián de 1929, de José Manuel Aizpurúa y Joaquín Labayen, el edificio vigués resuelve un perfecto acuerdo entre su uso, su entorno y las posibilidades expresivas de la arquitectura moderna. Los elementos clásicos que enmarcan y jerarquizan los accesos, nos recuerdan que fue construido en plena posguerra, cuando raramente se permitían obras de una modernidad tan evidente como esta.
La analogía naval fue la justificación, en aquellas circunstancias, para un ejercicio de arquitectura moderna en la que se disuelven los volúmenes tradicionales en espacios abiertos, contenidos entre planos ingrávidos de hormigón. Las esquemáticas semicolumnas que marcan la entrada principal fueron la necesaria concesión que suavizó el recelo de las autoridades de la época frente a la modernidad.
El Club Náutico ocupó el lugar en el que se situaba la antigua estación marítima de pasajeros del puerto de Vigo. En la cambiante configuración del borde portuario de la ciudad, el nuevo edificio hundía sus pilares de hormigón en el agua, ofreciendo su orgulloso volumen curvado y las terrazas y cubiertas planas que la acompañaban, como la más destacada construcción de la ciudad asomada al mar, como un hito moderno en la visible e importante fachada marítima de Vigo. El pañol, construido en 1947, completó el conjunto, con los dos edificios en los extremos de una rada rectangular. Los sucesivos rellenos y las transformaciones en la línea de costa han desdibujado esta voluntad urbana del edificio.
Fernando Agrasar