Iglesia parroquial de San Ignacio de Loyola

La iglesia surge como dotación asistencial y configura un espacio cívico abierto que caracteriza el barrio. La nave de la iglesia, de planta triangular, se completa con las dependencias de la parroquia. Se trata de una valiente apuesta por la geometría del volumen, pues la planta da pie a un prisma triangular truncado en el que el vértice más agudo se eleva hacia el altar para rematarse con una sencilla cruz, labrándose los dos planos que lo construyen en fábrica de ladrillo visto. La base del triángulo mantiene una altura menor y a ella se adosa la entrada, tangencial y concebida como un cuerpo adosado del que arrancan los volúmenes que conforman los espacios interiores en torno a diversos patios.

La torre, exenta, está construida mediante dos esbeltos mástiles de hormigón armado de distinta altura enlazados por unos perfiles metálicos, dejando entre ellos una vertiginosa escalera vertical para mantenimiento. Sobre el vástago superior se adosa una gran cruz latina exenta que domina el entorno.

Se trata, sin duda, de un proyecto de extraordinaria vigencia formal en el que la descomposición del programa permite una rotundidad volumétrica que monumentaliza el edificio, a la vez que implica una reflexión sobre el modelo que quiere redefinirse desde las pautas de la modernidad.
Ignacio Capilla Roncero, Amadeo Ramos Carranza e Ignacio Sánchez-Cid Endériz