Fábrica de cimento Maceira-Liz

La fábrica de Maceira-Liz, inaugurada en 1923 forma parte de uno de los principales sectores industriales del siglo XX, el cementero. Esta nueva fábrica de cemento viene a solventar el déficit en la fabricación de este producto que existía en Portugal, además de introducir una innovación tecnológica al fabricar el cemento Portland artificial mediante hornos rotatorios. Al contrario de lo que sucede en la mayoría de las fábricas, esta producción depende de su proximidad a la materia prima, justificándose, así, la elección de una emplazamiento deshabitado para implantar una de las principales unidades industriales del país.

Como consecuencia del desarrollo y reajuste tecnológico que se produjo a partir de la segunda década del siglo XX, esta unidad fabril reúne un amplio y diverso repertorio constructivo, que depende en gran parte de las exigencias funcionales, ensayando soluciones innovadoras a través de la maquinaria necesaria, ubicada al aire libre: hornos rotatorios y torres de ciclones, por ejemplo. La ocupación por parte de una industria de un amplio territorio deshabitado hizo necesaria la construcción de las estructuras sociales indispensables para el cuerpo técnico y los trabajadores; desarrollándose, a una escala mucho más modesta, los principios rectores de los modelos utópicos de las ciudades industriales.

De entre las numerosas construcciones que forman este conjunto industrial, destaca el edificio nº 7 de molturado de cemento. Utilizando exclusivamente hormigón en sus diversas soluciones, este parelelepípedo cumple rigurosamente sus objetivos funcionales. La exigencia de un espacio interior libre de pilares para poder colocar la maquinaria llevó a soluciones basadas en pórticos de hormigón armado, unidos entre sí por vigas (de hormigón armado) donde se apoyan las paredes de las fachadas, compuestas por dos paneles macizos (de hormigón armado) que se utilizaron también en la cubierta de este volumen. La liberación de un fino polvo de cemento en las operaciones de molturado puede observarse en la utilización de lamas de hormigón en el diseño de las fachadas, estas lamas constituyen un verdadero sistema de ventilación.

Respondiendo a requisitos estrictamente funcionales y utilizando solamente materiales procedentes de la industria cementera, esta construcción asume involuntariamente, es decir, sin pretensiones, una expresión de modernidad reconocible en su puro volumen paralelepipédico, apenas roto por la plasticidad de las rejillas de ventilación que le confieren, simultáneamente, una ligereza extraordinaria.
Deolinda Folgado