Embajada de los Estados Unidos de América

Frente a lo que había sido la arquitectura tradicional en el paseo, como sitio elegido por la aristocracia de principios del siglo XX para la erección de sus palacetes, y la nacionalista neoherreriana de posguerra, se construye la Embajada, que crea un verdadero revulsivo cultural e incluso social, por el modo de imponerse en un sector urbano consolidado, por sus dimensiones, austeridad y sencillez compositiva, así como por su carácter estereotipado, con enormes similitudes a las realizadas poco antes en La Habana y Río de Janeiro. La explicación se produce por ser fruto del mismo departamento americano, el Foreign Building Operation, en el que trabajan los arquitectos de estos edificios, contando aquí con la colaboración del español Mariano Garrigues, comprometido con la alternativa moderna e internacional. Éste es precisamente el lenguaje de la edificación, resuelta mediante un volumen paralelepipédico, que se eleva siete alturas por encima de la planta baja en L, la cual, en el sector más ancho, está organizada en torno a un patio rectangular, cerrado, porticado, falto de vegetación. Exteriormente se caracteriza por la abstracta retícula de piedra que define los lados mayores de dicho bloque en altura, sin atender a su orientación, quedando los otros dos alzados ciegos.
Miguel Lasso de la Vega Zamora. Servicio Histórico, Fundación Arquitectura COAM