Complejo parroquial San Fernando

El proyecto persigue la desvalorización del sentido de monumentalidad y expresividad externa del templo para adentrarse en la interioridad y el sentido eclesial de la reunión de la comunidad para rendir culto a Dios. Los alzados de sucesión de volúmenes cónicos con la particularidad del remate curvo en las uniones de las cubiertas con el paramento vertical resultan en una sucesión de bóvedas con el consiguiente rebaje en la altura libre interior, lo que proporciona una gran solución acústica en el interior del edificio.

En el espacio interior del edificio, el templo se proyecta como un solo espacio de oración, donde todo es templo, propiciando la comunicación, la inclusión y la liberación del espíritu. El diseño interior tiene dos elementos: la piedra y la encina. La piedra está presente en el hormigón visto, con relieve de encofrado de tablillas de madera, en los detalles de piedra de granito gris, como escalones o pila bautismal con sucesión de escalones también en granito, y en suelos de terrazo, mientras que la madera destaca en el suelo del altar y detalles a los pies de las imágenes religiosas, y en los bancos de madera diseñados por los propios arquitectos. El altar, situado en el centro de radio de la planta circular, cuenta con unas vidrieras verticales saeteras en el paramento de hormigón visto que dejan entrar la luz selectivamente simulando el efecto de los rayos de sol que se abren camino entre las aristas de las rocas. 

La carencia de imágenes busca destacar la presencia desnuda del misterio de Dios. La entrada al interior de la iglesia se hace a través de muros de ladrillo pintado en blanco con las estaciones del vía crucis simbolizadas únicamente por números romanos en marrón oscuro. Los alzados modernistas combinan una entrada al recinto a través de pérgolas de hormigón armado visto, con muros de ladrillo macizo visto colocado a tercios sin juntas en el alzado del edificio.

Mª Isabel Calero Díaz-Loynaz