Parador Nacional de Segovia

A principios del siglo XX, el gobierno planteó la creación de una gran infraestructura hotelera, aunque fue en la década de 1960 cuando se duplicó el número de paradores. Este es uno de los paradores más innovadores desde el punto de vista arquitectónico. Fue de los primeros que se construyeron de nueva planta y no como reestructuración de un edificio existente, escogiéndose un lugar a las afueras de la ciudad, para poder disfrutar de las vistas sobre la ciudad de Segovia. Este promontorio permite clara organización del edificio. El arquitecto utiliza un módulo en la zona habitacional que abre como un abanico en las zonas públicas. Es una solución que permite, por un lado, conseguir mejores vistas sobre la ciudad y, por otro, la búsqueda una orientación suroeste, tan beneficiosa en un clima como el segoviano. El acceso se realiza a través de un porche de grandes dimensiones, soportado por tres enormes vigas plegadas de hormigón, que anticipa la solución constructiva del interior. En el abanico, estas vigas se repiten en cada módulo, con formas diferentes, con planos en diferentes cotas que proporcionan una gran espacialidad. Los salones se relacionan visualmente pero, a la vez, las diferencias de alturas producen pequeños ámbitos más recogidos. El contraste del gris del hormigón junto con los tonos cálidos del ladrillo formaliza el paramento del cierre de estos espacios, paredes que albergan una destacada exposición de arte moderno. Las habitaciones se agrupan de dos en dos y se desplazan verticalmente, lo que genera un pasillo serpenteante que permite la creación de pequeños ámbitos de entrada a cada una de las habitaciones. Indudablemente, es la calidad espacial de los salones lo que más destaca de este edificio, siendo uno de los lugares de mayor afluencia. Las vistas sobre la ciudad de Segovia enmarcadas entre esas grandes vigas de hormigón producen una agradable sensación en el usuario.

Sara Pérez Barreiro