Gran Cine de Ortigueira

El pequeño edificio del Gran Cine de Ortigueira constituye un interesante testimonio del grado de experimentación formal de la primera arquitectura moderna en Galicia y de sus aspiraciones cosmopolitas. El edificio es, fundamentalmente, una composición de fachada, que se mueve para obtener efectos plásticos propios de un edificio singular, imaginado a mayor escala en la confluencia de dos vías principales de una gran ciudad. A la caja que contiene el sencillo programa del edificio, cubierta a dos aguas y contenida entre medianeras, se suman dos volúmenes en los que se concentran todos los recursos expresivos de esta obra: un cuerpo volado, moldurado por planos que se curvan expresivamente hasta coserlo al plano de fachada; y una torre que se interseca con el cuerpo volado, elevándose en volúmenes escalonados y ofreciendo cuatro caras iguales. Esta torre desempeña el papel de reclamo urbano que identifica la singularidad del uso de este edificio en la villa de Ortigueira en la década de 1930. La despreocupación funcional con el que los arquitectos resuelven la torre, asignándole un uso de almacén, contrasta con el cuidadoso estudio formal de su composición. Esta disonancia debe entenderse como la respuesta a la necesidad de singularizar al edificio en el paisaje urbano, introduciendo una pieza de llamativa modernidad. Las redondeadas formas del Cine Barceló en Madrid, de Luis Gutiérrez Soto, son el referente inmediato del cine de Ortigueira. El dinamismo de la obra madrileña, a una escala reducida y sin sus valores espaciales, se reinterpreta en Ortigueira con una formulación próxima a los expresionismos holandeses y alemanes y con una delicadeza en el detalle que la convierten en una valiosa rareza de la primera arquitectura moderna gallega. Fernando Agrasar