Cuatro viviendas en el camino largo

Esta obra está compuesta por cuatro viviendas de veraneo, exactamente iguales en forma, programa y posición, y supuso para el autor la materialización de una búsqueda personal de un prototipo repetible de vivienda unifamiliar aislada. Cada vivienda se desarrolla entre dos forjados de hormigón, en un prisma de 8 x 16 m elevado sobre pilotis, lo que permite aprovechar toda la parcela como jardín y proteger el espacio habitable de las inundaciones que en su día afectaban a la zona. La organización general de las parcelas es una solución a medias entre la vivienda mediterránea con patio y la garden city anglosajona: cada parcela queda dividida en dos mediante un muro de mampostería en zigzag, y la parte interior constituye un jardín privado cerrado por muros, mientras que la parte exterior pertenece al jardín colectivo, abierto a la calle. Las viviendas se disponen flotando sobre este muro, orientadas hacia el sur y cerradas hacia el norte con una banda de servicios. Bajo cada vivienda, el espacio funciona como garaje hacia el jardín colectivo, y como porche con piscina infantil hacia el jardín interior.

En esta obra destaca el esfuerzo realizado para industrializar el proceso constructivo en un momento de gran escasez de medios. Así, la modulación rigurosa de la fachada responde a un cerramiento de panel sándwich prefabricado in situ, compuesto por placas de fibrocemento colocadas en el exterior, un tabique de rasilla en el interior y un aislamiento de fibra de vidrio entre ambas hojas. Esta solución, conceptualmente industrial pero de ejecución artesana, superó las limitaciones constructivas locales con inventiva y supuso una gran innovación en el limitado panorama de la construcción de aquellos años en las Islas.

Cristina González