Federico Correa y Alfonso Milá

Ambos nacieron en 1924 en Barcelona. Alfonso nació en el seno de una familia de la burguesía y aristocracia catalana: directamente emparentado con el arquitecto Enric Sagnier, su tío Pedro Milá encargó a Gaudí la célebre casa Milà, conocida como La Pedrera. La familia de Federico, sin embargo, no era de origen catalán y durante su infancia vivió en Manila donde su padre trabajaba en la Compañía de Tabacos de Filipinas. A los diez años volvería a Barcelona donde se escolarizó en la escuela de los Jesuitas de Sarriá, allí coincidirá con Alfonso, entablando una amistad que ya nunca abandonarían. Durante estos años de adolescencia, Alfonso Milá destacó, junto con su hermano Leopoldo, por su afición al motociclismo, llegando a ser campeón de España de velocidad en 1949.

Fue Alfonso quien primero manifestó su intención de estudiar arquitectura, a lo que Federico se sumó inmediatamente considerando que su gran habilidad para el dibujo le podría servir de gran ayuda en las pruebas de ingreso. Una vez en la carrera, Federico confirmó que la arquitectura era su verdadera vocación. Sin embargo, su paso por la carrera no fue satisfactorio: según él mismo afirmó, de su época escolar solo destacaron dos profesores, Josep Maria Jujol y Josep Francesc Ràfols. En el contexto de la posguerra, muchos de los buenos profesores se habían marchado y el nivel formativo en la Escuela de Barcelona era bajo. Desde muy jóvenes, especialmente en el caso de Federico, sus inquietudes intelectuales, los llevarían a establecer contactos y relaciones internacionales, especialmente con Italia. De estos contactos no solo se derivó un compromiso con la modernización de la arquitectura, sino también un firme compromiso político con la democracia y su defensa desde un contexto catalán, o catalanista. La enseñanza fue una forma de aunar estas dos voluntades: a través de su dedicación a la formación de las nuevas generaciones y a la propia Escuela de Arquitectura de Barcelona, a la que se incorporaron como profesores tan pronto como terminaron sus estudios. A lo largo de sus años de docencia, Federico Correa jugómun papel destacado en la introducción de las corrientes modernizadoras que provenían de países como Italia, ejerciendo gran influencia en las siguientes generaciones de arquitectos catalanes. De entre sus colegas de generación destaca Oriol Bohigas, con quien establecieron una relación personal y, puntualmente, profesional. Ya mayor, Oriol Bohigas dedicó un capítulo entero de sus memorias a Federico Correa.

Tanto Correa como Milá trabajaron en el despacho de José Antonio Coderch hasta el año 1953, cuando fundaron su propio estudio. No solo desarrollaron gran cantidad de proyectos de arquitectura, sino que se interesaron por el diseño industrial y el interiorismo. En el campo del diseño destacaría especialmente Miguel cuyos productos, especialmente muebles y lámparas, aunaban tecnología y artesanía en piezas de gran elegancia. Sus atemporales diseños siguen fabricándose y comercializándose con gran éxito en la actualidad. Las lámparas Cesta y TMC son algunos de los productos más icónicos del diseño español del siglo XX.  

Sus primeras obras construidas fueron viviendas vacacionales para amigos o familiares. La casa Villavecchia en Cadaqués, aunque de tamaño reducido, fue su primera gran obra y, en cierta forma, inauguró un nuevo camino en la arquitectura catalana junto con la casa Senillosa de Coderch, construida un año más tarde. En ellas renunciaron a aplicar una retórica racionalista, para aunar la funcionalidad con la arquitectura vernácula, abriendo nuevos caminos a la modernidad. Correa y Milá construyeron varias obras más en Cadaqués durante la década de 1960 en la que también destacaron por dos edificios industriales, la fábrica Montesa ─hoy tristemente desaparecida─ y la Godó y Trias. Los edificios Monitor y Atalaya, ambos en la Diagonal, fueron sus primeras obras destacadas en Barcelona y sus primeras incursiones en la arquitectura plurifamiliar. También en estos primeros años destacaron varias obras que marcaron un punto de inflexión en el interiorismo barcelonés: las tiendas Furest y Olivetti y los restaurantes Flash-Flash y Giardinetto que se convirtieron en iconos del diseño y símbolos de la llamada gauche divine, que es como se conoce a un grupo de intelectuales, artistas y profesionales de izquierda que marcaron la escena cultural Barcelona y al cual Federico y Alfonso pertenecieron.

Con la llegada de la democracia, su obra daría un salto de escala hacía el proyecto urbano: la rehabilitación de la Plaça Reial marcó el inicio de la recuperación del casco antiguo de Barcelona. También en esos años ganarían el concurso para la construcción del Anillo Olímpico y, junto con Vittorio Gregotti, abordarían la adaptación del Estadio de Montjuïc para acoger las principales citas de los Juegos del 92. En los últimos años, muchas de sus obras se enfocaron a la intervención en edificios y contextos históricos: renovaron la planta noble de la Generalitat, construyeron la nueva sede de la Diputación de Barcelona, incorporado un edificio de Puig i Cadafalch, o el Museo Episcopal de Vic.

Alfonso Milá falleció en 2009 mientras que Federico vivió hasta los 96 años, falleciendo durante la pandemia en 2020. El Colegio de Arquitectos de Catalunya conserva su amplio archivo con más de 400 obras documentadas.

Bibliografía

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