Central de Telefónica de Barcelona

El edificio se concibe como un volumen único trapezoidal, que se adapta a la parcela y alinea el cuerpo principal de cinco plantas a la línea de calle. 

La fachada se resuelve de forma abstracta. Por un lado, ligera gracias al tapiz de listones de mármol blanco que actúan como una celosía inspirada en las persianas tradicionales de lamas de madera en los patios traseros del ensanche. Por otro, rotunda por la compacidad del programa distribuido en un solo cuerpo de cinco plantas y terminado en una cubierta de chapa metálica a dos aguas que enfatiza la voluptuosidad del edificio. Una de las medianeras queda vista al no existir previsión de edificación en el solar contiguo. Para su tratamiento se elige un cuidado cerramiento en fábrica de ladrillo blanco silíceo calcáreo, al igual que la fachada posterior, patio e interior del porche. 

La estructura se adapta a las irregularidades del solar mediante una geometría hexagonal, con pilares de hormigón abujardado también hexagonales. Las plantas tipo, prácticamente desvinculadas del exterior, tienen una gran altura debido a los gálibos de los equipos de telefonía de la época. 

Una de las características más destacables del proyecto es el porche delantero, en su origen ajardinado, de planta trapezoidal y doble altura, abierto a la calle en toda la longitud de fachada, y de cinco metros de altura, por el cual se desarrolla el primer tramo de las rampas del aparcamiento. Este gesto buscaba en su momento hacer penetrar el paisaje y espacio público de la calle al edificio, en su parte de programa más pública. 

Afectando a ambas plantas inferiores, se ubica un repartidor general con visuales y transparencias que ponen en relación la calle y jardín frontal con el patio del fondo de la parcela, asegurando la iluminación del doble espacio y generando lo que se podría considerar un patio-jardín interior. En este espacio se desarrollan los núcleos de acceso a las plantas superiores, locutorios, atención al público y zonas de expositores comerciales. 

Mónica Soto Albó