Colegio Apostólico de los Padres Dominicos
autor: Miguel Fisac Serna; Jorge Oteiza (Sto. Domingo en el exterior del ábside); José Capuz (Grupo escultórico en el interior del ábside); José Mª Labra (Vidrieras de la Iglesia)
año inicio: 1952
año finalización: 1957
registro: Los equipamientos modernos, 1925-1965
Edificio incluido en el Plan Nacional del siglo XX (Debe ser amigo de DOCOMOMO Ibérico para poder acceder la ficha de la obra.)Edificio incluido en el Plan Nacional del siglo XX: descargar ficha de la obra
municipio: Valladolid
localización: Valladolid
país España
MEMORIA
Durante la década de 1950, Miguel Fisac comienza a investigar en dos sistemas estructurales que serán capitales para el desarrollo posterior de su obra: el ladrillo y el hormigón armado. La limpieza formal que proporcionan estos dos sistemas constructivos aparece como resultado más armónico en el espacio claustral del colegio, cerrado mediante las fachadas de ladrillo de los edificios circundantes, sobre las que se adosan dos galerías de hormigón en los lados sur y este. Los soportes de hormigón, de sección creciente y en forma de un arcaico huesomacizo, van abriéndose en tramos abovedados de baja curvatura en un continuo oleaje visual, de una limpieza formal y una belleza de clara y admitida inspiración nórdica, principios rectores que tendrán continuidad en su obra posterior.
Esta obra se convirtió asimismo en el arranque de una modernidad que pretendía alejarse de la arquitectura encorsetada en tradiciones clasicistas de aquella época autárquica y decimonónica, trayendo y mostrando de modo práctico las referencias a enseñanzas y experiencias internacionales del Movimiento Moderno.
Dos elementos, además de los pórticos del claustro, son los que capitalizan la atención a los valores estéticos de la obra: el espacio de la iglesia y el pequeño estanque y fuente del claustro. Este último resume la poética que aporta Miguel Fisac en sus primeras obras; ese «qué sé yo» que tenía que responder el arquitecto tras los pertinentes ¿para qué? y¿cómo?
Pero es en la iglesia donde más se sensibiliza la emoción arquitectónica del espectador. En el interior, su espacio ascendente, inspirado en el rito preconciliar, se limita mediante dos muros de ladrillo que convergen hacia el ábside de piedra, curvo y blanco, en el que se ocultan todos los sistemas de iluminación natural. Así es como organiza un espacio continuo y ascendente, creciente de luz blanca en el ábside y coloreada en el trayecto, que aporta un significado místico y mágico al interior.
Daniel Villalobos Alonso
ENLACES DE INTERÉS
Documentos: Colegio Apostólico de los Padres Dominicos
Acceso a la tesis: Oteiza, arquitectura como desocupación espacial, de Fernando Moral Andrés
Acceso a la tesis: El espacio activo de Jorge Oteiza, de Jorge Eduardo Ramos Jular
Acceso a la tesis: "Miguel Fisac Serna. Arquitecto. Vida y obra", de Juan Jesús Rojo Tejerina